>

Blogs

Carlos Aganzo

El Avisador

Quevedo, del plectro a la taberna

La joven poeta y filóloga María Hernández (Barcelona, 1982) asegura que los versos que presenta en su ‘Poesía inédita’ de Francisco de Quevedo sólo son la «punta del iceberg» de todo un inmenso caudal de atribuciones quevedescas que permanecen todavía en la sombra, esperando a que las autoridades académicas les den carta de autenticidad para poder salir a la luz con la firma del inefable poeta madrileño. Por encima, sin embargo, del pequeño acontecimiento filológico, avalado por el prestigio del ilustre quevedista Pablo Jauralde (Palencia, 1944), el rescate de este puñado de versos del Códice XXIV/1-3 de la Biblioteca de Évora supone un acontecimiento literario, que nos permite entrar en conexión con las mejores esencias de una de las voces más brillantes de toda la literatura española.

La moral, el amor, la sátira y la política son los cuatro ámbitos en los que se agrupan los poemas recién editados por Libros del Silencio, todos ellos fieles reflejos de la vida y la obra de un autor que representa, quizás como ninguno, las grandezas y las contradicciones de nuestro Siglo de Oro. Así, en los poemas morales, volvemos a encontrar no sólo la reivindicación de la humildad y la franqueza de un Quevedo cansado de soportar las inquinas y los trasiegos de la complicada Corte española del siglo XVII, sino también su obsesión por el paso del tiempo, por la amenaza permanente de una muerte capaz de convertir en un momento la vida del hombre «en humo, en polvo, en viento, en sombra, en nada». Una condición, la de rebelde sin causa en un mundo de traiciones e intrigas palaciegas, que vuelve a ponerse de manifiesto en sus poemas políticos, dedicados a Felipe IV, al príncipe de Gales o a esa misma Corte que le vio morir sin llegar a ver cumplido su deseo de contar con una pensión vitalicia que le permitiera vivir sin estrecheces y escribir sin los apremios de la economía.

Prueba, de nuevo, de ese gusto por el claroscuro del barroco español, es el contraste entre la delicadeza de sus sonetos, romances y letrillas de corte amoroso, llenos de música cortesana y bellísimas referencias clásicas, y la acidez de sus poemas satíricos, donde sale a la luz el Quevedo más burlón, soez y malhablado. Frente a frente con la magnífica colección de damas, tan divinas como desdeñosas («¿Es que Fortuna invidia tu hermosura, / y Amor de tu belleza está indignado?»), que poblaron los sueños eróticos de don Francisco, se sitúa la cínica verdad de su ‘Descripción de la hermosura’, donde sólo a un rufián de la categoría de este poeta tabernario se le podría ocurrir escribir versos como los siguientes:
«El mejor papo de la dama mea
y a dos dedos del culo vive y mora,
y cuando aquesta caga, es mierda pura»

Una prueba inequívoca de lo fácil que le puede resultar a un escritor de la talla de Quevedo pasar «en un punto» del cielo al estercolero.
Nacidos de su pluma o al aire de su vuelo, asignados en todo caso al genio creador de don Francisco de Quevedo, los versos que forman este libro vuelven a dar testimonio de la inteligencia, la cultura y la sensibilidad de este escritor que habló por igual de reyes y de cornudos, de beldades inalcanzables y de ciudades, como Córdoba, con «muchos Judas y perros, pocos gallos, / agujas y alfileres infinitos»; de las luces y las sombras de una época de sueños y de confabulaciones que propició que el señor de la Torre de Juan Abad, el noble caballero de la Orden de Santiago que tanto supo entretener a reyes y grandes dignatarios, terminara dando una y otra vez con sus huesos en la cárcel. Un auténtico festín de la palabra, de la mano del escritor que dijo que «las palabras son como monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una». Amén.

Temas


abril 2010
MTWTFSS
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
2627282930