El próximo 5 de julio se cumplirá un año de la muerte del profesor Theodore Roszak, autor del libro ‘El nacimiento de una contracultura’, uno de los manuales universitarios estadounidenses, primero, y españoles, después, que mejor describen la influencia de la generación Beat en la cultura occidental de nuestro tiempo. Desde Bob Dylan hasta el Mayo del 68 francés, pasando por el cine americano independiente, Woodstock o el movimiento ‘hippie’, la mayor parte de las manifestaciones contestatarias y contraculturales de la segunda mitad del siglo XX deben algo de su espíritu a Jack Kerouac y los autores de su generación. El influjo de ‘On the road’ (‘En el camino’, 1957), el libro fundacional de los ‘beatnicks’ no solo se extendió hacia todas las manifestaciones culturales y artísticas de su tiempo, sino que ha conseguido mantenerse fresco y rozagante más de medio siglo después de su creación, convirtiéndose en un icono que sigue seduciendo a millones de escritores, músicos, cineastas o artistas plásticos de todo el mundo.
La poesía y la música; la devoción por el viaje y los espacios abiertos; la militancia en el amor como motor principal del universo, hicieron de Jack Kerouac, The King of the Beats, el poeta del jazz, un autor que saludaron con devoción los escritores de su tiempo, empezando por el poeta Allen Ginsberg, y que siguieron después artistas provenientes de las culturas más diversas. Los devaneos con el alcohol y las drogas, pero también el interés por la espiritualidad zen o la pasión desenfrenada por la alta inspiración de la música de jazz, formaron un ideal de belleza y de libertad que subvertía, peligrosamente, los cánones estéticos de su tiempo, pero que no tardaron, ayudados por la extraordinaria maquinaria publicitaria y comercial de la sociedad estadounidense, en convertirse no solo en un apasionante modelo cultural, sino también en una de las fuentes de negocio del entretenimiento más sólidas que han existido nunca. Como nos explica magistralmente Roszak, la entrada a saco de la música, el arte y la literatura derivados del espíritu beat en los mecanismos del mercado cultural significó la consagración definitiva de su mensaje, pero también el principio del fin de su decadencia, al terminar convirtiéndose exactamente en aquello que sus fundadores denunciaban con tanto acierto y entusiasmo.
Por eso, ahora que descubrimos, viva y palpitante, la correspondencia entre los dos genios mayores de todo este movimiento contracultural de los años cincuenta en Estados Unidos, conviene despojarse un poco de cuanto dijeron de ellos y de cuanto les imitaron aquellos que vinieron después, para recuperar el espíritu original de su propuesta. Cuando hablamos del desgarro o de las inconmensurables ansias de creatividad y de libertad de un autor como Kerouac, no podemos olvidar que su verdadero nombre era Jean-Louis, que provenía de una familia de origen francocanadiense, y que su propia cultura era heredera directa de la gran creatividad europea de principios del siglo XX. De hecho su historia, la de un hombre que se lanzó a recorrer los grandes caminos ‘vírgenes’ de los Estados Unidos pero que siempre vivió vinculado a la casa de su madre en Massachussetts, podría ser la de cualquiera de los jóvenes creadores de nuestro tiempo, rebeldes ante un mundo adocenado, en clara decadencia, pero en gran medida siempre vinculados a la vieja raíz de una cultura que se repite, una y otra vez, a través de los siglos.
Ginsberg y Kerouac nos enseñaron a vivir al límite. Y ahora que el mundo, una vez más, se nos va por el desagüe, su mensaje provocador y libertario, pero, al mismo tiempo, profundamente implicado en las pasiones y las emociones del hombre, sigue siendo una respuesta válida ante la incapacidad de nuestra propia cultura de darnos mejores respuestas. Lejos de apagarse, las llamas de la poesía y del jazz que ellos encendieron siguen hoy abrasando los corazones de millones de personas que buscan, en la incógnita de la carretera, la sorpresa de un futuro que nos parece siempre incierto, siempre inquietante, siempre lleno de fascinación y de misterio.