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Carlos Aganzo

El Avisador

Doscientos cipreses

‘La Sombra del Ciprés’ alcanza un nuevo número redondo después de cinco años de andadura en El Norte
Desde niño, cuando buceaba en la discoteca de mi padre en busca de un vinilo digno de ser escuchado en su fastuoso equipo de alta fidelidad, soñaba con escribir algún día la carátula de un disco. De un disco, sí, como decíamos entonces, ya que el término vinilo nos vino después. LP o ‘single’, lo mismo daba. De 33 o de 45 revoluciones por minuto…
La manera en la que un escritor, un crítico o, simplemente, el publicista de turno de la discográfica presentaban lo que el vinilo contenía, al lado siempre de la lista de las canciones, me parecía un género literario fascinante, digno de las mejores plumas. Hablar de música, anticipar con palabras las sensaciones que después percibiríamos al escuchar un disco era para mí la mejor de las manifestaciones poéticas. De hecho me parecía, y aún me lo sigue pareciendo, que las palabras tienen siempre dentro de ellas una música misteriosa y secreta, una música que suena en nuestro corazón antes que en nuestro cerebro, y que nos hace mirar el mundo con compás y con y armonía, de manera sinfónica.
Hasta tal punto era así, que no sé si fue la fascinación del vinilo ?del objeto, con toda la parafernalia de su envoltorio? o la fascinación de los sonidos que fui escuchando después, lo que me llevó durante años a obsesionarme por escribir de música, a cumplir esa absurda vanidad de transformar los sonidos en palabras. Más tarde la vida me daría la oportunidad de conocer a infinidad de músicos, de trabajar con ellos, e incluso de escribir yo mismo la carátula de alguno de sus discos, cumpliendo el viejo sueño de la infancia. Sólo los que tenemos cierta edad sabemos, con toda su profundidad, lo que significaba aquella liturgia de carátulas de cartón, fundas de plástico, surcos giratorios, agujas de diamante, carraspeo del primer contacto y, finalmente… la música.


De todo aquel mundo vibrante es de lo que habla hoy el número doscientos de La Sombra del Ciprés, el cultural de El Norte de Castilla. Un suplemento que vio por primera vez la luz el 28 de noviembre de 2009, con un número especial, dedicado al teatro, que contenía una larga entrevista con Concha Velasco. Doscientos números, a lo largo de cinco años y algunos meses, en los que la literatura ha tenido siempre un protagonismo muy especial, como corresponde a esa vocación por las letras que mostró este periódico desde el día de su nacimiento, pero donde también hemos hablado mucho de pintura, de escultura, de arquitectura, de fotografía, de cine, de cómic, de artes visuales, de danza, de diseño, de cultura, de ciencia… y por supuesto de música. De todo aquello que las musas encendieron en el espíritu creativo del hombre para animarle a habitar un mundo más digno y más hermoso.
Pasa el tiempo en la personalidad, en el diseño y en el propio concepto de La Sombra del Ciprés a lo largo de sus doscientos primeros números, como pasa el tiempo sobre las carátulas de los vinilos, que siempre son historia y siempre son presente cuando llegan de nuevo a nuestras manos. Pero permanece una misma voluntad: señalar a los lectores, a través de la palabra de nuestro plantel de colaboradores y amigos, algunos caminos que llevan a lugares extraordinarios, a espacios donde nuestro pensamiento y nuestros sentidos pueden cobrar una dimensión más ancha. En un mundo que quizás mira hacia adelante con exceso de ansia, conviene de tiempo en tiempo mirar también hacia atrás. Y echar cuentas. Y jugar con la memoria. O, como decía Miguel Delibes, a quien debemos el nombre de nuestro suplemento: “Permitamos que el tiempo venga a buscarnos en vez de luchar contra él”.
Esa es la banda sonora de nuestra aventura.

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