Muchas son las potencias que la música y la voz de Amancio Prada imprimen a la magmática acción de la poesía sobre el corazón de los hombres. La manera natural, ajustada al fondo y a la forma, con la que el cantor del Bierzo compone sus versiones musicales de diferentes poemas obran el milagro de darles una expresión sonora que ni siquiera sus propios autores conocían cuando los oyeron balbucir por primera vez en el silencio interior de su inteligencia. Así le ocurrió, desde luego, con el ‘Cántico espiritual’ de San Juan de la Cruz, o con los poemas de Rosalía de Castro. Y también, de una manera muy especial, con los que ha venido dedicando, a lo largo de más de treinta años, a Agustín García Calvo. Somos multitud los que nos sentimos incapaces de imaginar poemas como ‘Libre te quiero’ o como ‘El mundo que yo no viva’ sin la envoltura musical de Amancio Prada.
De Amancio Prada y de Chicho Sánchez Ferlosio, pues fueron los dos, juntos y por separado, y en un puñado de ocasiones únicas también al lado del propio García Calvo, los que labraron esta obra conjunta que, en su mejor versión juglaresca, pasaba de una voz a otra, de una a otra guitarra con la emoción de una creación compartida. «Ya no sé si son mías o de él. ¡Pero eso que más da! Ni de Dios ni de nadie. Ni de García Calvo siquiera», advierte Amancio Prada en el libreto que acompaña su último álbum, ‘Libre te quiero’, donde reúne todas las canciones que él y Chicho compusieron y cantaron sobre textos del pensador y poeta desaparecido hace algo más de un año.
«Agustín García Calvo -escribe Amancio Prada- es uno de los raros hombres libres que he tenido la suerte de conocer». El cantante y el poeta se conocieron en París a principios de los setenta, cuando Amancio trataba de evadirse, leyendo a San Juan de la Cruz, de los sonidos amatorios de su vecina de al lado, en una mansarda de la ciudad luz, y cuando Agustín iba repartiendo por los cafés universitarios su ‘Manifiesto de la CAZ’, la Comuna Antinacionalista Zamorana, o su ‘Comunicado urgente contra el despilfarro’… García Calvo le habló entonces de las versiones musicales de sus poemas que ya había compuesto Chicho Sánchez Ferlosio, pero a éste no le conocería hasta unos años después, en casa de Carmen Martín Gaite. Piezas de un mismo puzzle musical, poético y libertario, que marcan profundamente el aroma de una época.
Después, Amancio, Chicho y Agustín actuarían juntos en algunas ocasiones, la primera de ellas en el mítico encuentro del Colegio Universitario de Zamora, en 1978, del que queda el testimonio de la fotografía de Pablo Sorozábal. Y más tarde en las no menos míticas sesiones del Teatro Español de noviembre de 1982, una de las cuales quedó resgistrada en vídeo, y ahora puede volverse a ver, con las deficiencias de imagen y de sonido de una grabación no profesional, acompañando a las canciones y a los poemas del trío.
Sobre la ordinaria locura de Agustín García Calvo, las voces de Chicho y de Amancio vibran con ese sabor de un directo que sigue conmoviendo profundamente al espectador, treinta años más tarde. Junto a este testimonio documental, la cuidada reproducción, ahora, de algunas de las canciones que Amancio Prada incluyó en ‘zAMORa’, un álbum grabado en directo en el Teatro Principal de la ciudad natal del poeta en 2006; otras pertenecientes al DVD ‘3 poetas en el Círculo: Cunqueiro, Lorca y García Calvo’ (Círculo de Bellas Artes de Madrid, 1990), y algunas más grabadas de nuevo para la ocasión: «Todas las canciones de Agustín que, hoy por hoy, hemos cantado entre Chicho y yo».
Ahora Agustín García Calvo ya no está. Tampoco Chicho Sánchez Ferlosio, que se fue, en el verano de 2003, a ese mundo donde las crías del delfín pacen esmeraldas y donde el mar se agría de púrpura cuando ordeñan a los rebaños… El mundo que yo no viva. Queda, inspirada y en perfecto estado de revista, la voz de Amancio Prada. «Ahora -escribe-, cuando miro esa foto que nos hizo Pablo Sorozábal siento la ausencia de Chicho y de Agustín como una extraña sensación de orfandad».