En 1902, el entonces presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt logró apuntarse uno de los éxitos más relevantes de su mandato actuando como mediador en el conflicto que mantenía en pie de guerra a más de 100.000 mineros de Pensilvania. Roosevelt, que desplegó una intensa campaña defendiendo la importancia del carbón como sector estratégico en la economía del país, consiguió para ellos un aumento de salario del 10%, así como importantes mejoras en su jornada laboral. Apabullados por películas y reportajes que afirmaban que el carbón iba a ser la energía que revolucionaría el siglo XX, los estadounidenses no podían prever que solo unas décadas después el petróleo iba a desplazar de manera rotunda a este mineral combustible como elemento productor de energía primaria, creando una profunda crisis en el sector que no ha dejado de tener nuevos brotes hasta nuestros días. A pesar de ello, el carbón todavía suministra el 25% de esta energía en todo el mundo.
Salvando las distancias, en España el carbón ha sido también un motivo permanente de conflictos a lo largo de toda la centuria anterior. La última vez que habíamos visto a los mineros salir de marcha por las carreteras, pidiendo que se escucharan sus reivindicaciones, fue en 1992, coincidiendo con el inicio de una crisis económica que muy pronto se extendería por todo el país. Aquellas imágenes, con toda la inmensa carga emocional que traían los aplausos, los vítores y las lágrimas de la gente de los pueblos al paso de la comitiva, hoy vuelven a repetirse con la misma intensidad. Y yo diría que prácticamente con los mismos condicionantes, aunque ahora el conflicto quiera revestirse con unos tintes medioambientales y unos requerimientos europeos que entonces no eran tan patentes. La marcha negra vuelve a repetirse, y cientos de familias de Castilla y León viven con inmensa inquietud el resultado de esta nueva batalla, que tiene como trasfondo la progresiva sustitución de esta actividad.
Mientras el presidente del Gobierno vuelve a condicionar el futuro del carbón a las emisiones de CO2, esta misma semana durante la celebración del Día sin Coche se conocía que el sector del transporte, con la utilización del petróleo, supone nada menos que el 24,4% de las emisiones totales en Europa. Una realidad que contrasta, como poco, con la situación que están viviendo todos estos hombres de azul y sus familias, y que apunta a que el verdadero problema de la contaminación y del cambio climático no está, desde luego, en el carbón ni en los mineros.
La principal reivindicación de este nuevo conflicto, para cuya resolución las mujeres de los mineros han pedido la mediación de la Reina, es que el Gobierno firme el Real Decreto que debe proporcionar la estabilidad del sector y devolver la tranquilidad al Valle de Laciana y a todas las comarcas mineras. Pero, por encima de estas demandas, hay otras muchas cosas que solucionar, como por ejemplo la reestructuración empresarial de un sector que está muy lejos de cumplir con unos estándares europeos que se reformarán todavía más en los próximos años, y el propio entramado energético de un país como el nuestro donde no existe una visión clara ni de conjunto.
Si siguiéramos al mismo ritmo de consumo actual, los expertos calculan que hay reservas seguras de carbón al menos para 130 años, frente a los 40 del petróleo o los 60 del gas. ¿Cuántas veces más nos tocará ver una marcha negra, como el reverso de nuestra conciencia?