No se asusten abonados, seguidores o simpatizantes colchoneros. El Cholo no ha abandonado el banquillo. Tampoco Gabi ha dejado el brazalete. Sí, el Atlético se ha quedado sin su jefe del vestuario. Llevaba 25 años en el cargo. Se llama Alberto y apellida Unsain. Lo decía bien claro su nómina: jefe del vestuario del Atlético. Hoy, tras 33 años en la casa rojiblanca se jubila. Se lo ha ganado.
Entró en el club en 1980 para desempeñar el cargo de vigilante nocturno, para posteriormente pasar a ser jardinero y finalizar su trayectoria en el Manzanares como máximo responsable del vestuario. Desde 1988. Sí ha estado ahí tanto tiempo es porque lo valía y los rectores colchoneros confiaron en él plenamente. Una bendición hoy en día. Eso no pasa en muchas empresas. ¿Qué les voy a contar yo?
Alberto era el que tenía las llaves de la caseta, el camerino, el vestuario. Su cometido era que el espacio reservado para los futbolistas estuviese en orden, impoluto. Todo bien colocadito. Vamos, en perfecto estado de revista. Tanto en el Vicente Calderón como a diario. Aparte del del estadio, el equipo tuvo otras cuatro casetas donde trabajaron para preparar el partido de turno: Las Rozas, Colegio Amorós, Boadilla y El Cerro. Y ahí siempre estuvo Alberto para ejercer su brillante y oscuro trabajo. Como el de otros currantes de la casa que no se ve, no trasciende, pero que es muy efectivo.
También ha sido un clásico en las concentraciones atléticas en Los Ángeles de San Rafael, pues él era el encargado de que el césped del campo de entrenamiento estuviese como una alfombra. ¡Y vamos que lo estaba!
Lo de Alberto sí que ha sido en toda regla cohabitación o bicefalia con el entrenador de turno. Desde Ron Atkinson hasta El Cholo. 32 técnicos ha visto pasar por el umbral del vestuario. Algunos repitieron experiencia como Luis Aragonés, Ovejero, Briones, Sánchez Aguiar, Antic o Manzano. A otros en cambio les vio primero ejerciendo como futbolistas y luego de técnicos: Abel, Santo Denia y Simeone. Ellos se ocupaban del aspecto técnico y Alberto de la intendencia. El orden era el denominador común en ambas parcelas. Alberto cumplió a raratabla su gol de que no faltara nada a los futbolistas y que todo estuviese perfecto en esas cuatro paredes.
Lo que los oídos de Alberto habrán escuchado tras la puerta de esas cuatro paredes. Y lo que sus ojos habrán visto… Pero él, empleado modélico nunca abrió la boca. Ni una crítica ni una confidencia. Los rectores rojiblancos pueden estar tranquilos. De todas maneras, envidiamos a Alberto. Tiene material de sobra para hacer un libro.
Hoy fue su último día de trabajo. Se hará raro no ver al eficiente de Alberto todos los días al piie del cañón en El Cerro o en el Calderón. Ahí, cerca de la bocana del vestuario siguiendo con pasión y sufrimiento los partidos de su Atleti. Por un lado, los que le conocemos estaremos tristes, pero por otro, alegres porque empieza una nueva vida. Se lo ha ganado. Seguro que el próximo partido en el Calderón le vemos con la bufanda en vez de con corbata.