Empieza la campaña y Alfredo Pérez Rubalcaba se encierra en su despacho. Le ha bastado con bajar un ratito a la planta baja de la sede del PSOE, en la calle Ferraz y dar un pequeña charla a los voluntarios de su partido para dar por concluida la jornada, al menos, en lo que a actos se refiere. El candidato socialista lleva cuatro meses recorriendo España. No tuvo vacaciones de verano y, probablemente, se haya olvidado de lo que uno puede llegar a hacer en un fin de semana ocioso. Pero hoy, cuando los periodistas que seguiremos su tournée ya estábamos dispuestos a liarnos la manta a la cabeza y empezar a contar kilómetros, nos hemos quedado en el dique seco.
No es que descanse en sentido estricto, es que hoy toca preparar el debate electoral. Rajoy suspendió el acto que tenía el domingo , pero él viajará a Sevilla y a Valencia en los dos días del fin de semana. Vistos los datos del último CIS, le habrán entrado ganas de no molestarse. Con ‘caso de los trajes’ o sin él, el PP sigue consolidando su mayoría en la Comunidad Valenciana: sube un escaño por tres que baja el PSOE. En Andalucía, feudo historico y territorio clave para el 20N, el escenario es aún peor. El barómetro del instituto público vaticina un vuelco en toda regla de los resultados obtenidos en 2008, cuando Zapatero logró 36 diputados frente a los 25 de Rajoy. Ahora cambian las tornas.
Ya lo decía hace unos días una alta dirigente socialista, con sonrisa resignada, “con la suerte que tenemos, lo peor puede pasar”. Hasta ahora, así ha sido. Por si la cifra del paro conocida ayer no era suficientemente mala, llegó la juez de Lugo y elevó al Supremo el caso en el que el empresario gallego Jorge Dorribo señala a José Blanco como receptor de sus pagos ilegales. Para rematar la jugada el CIS sacó hoy de su cocina un plato con sabor amargo. Hace un día negro en Madrid. Y Rajoy anda en algún otro lugar.