La cinefilia que las generaciones veteranas practicamos en la infancia y en la adolescencia, la que se nutría de la sala de proyección en cuanto que esta era una prolongación natural de la calle o el colegio, con el actor, la estrella, como imán principal, pronto se encauzó y ordenó bajo la égida de los directores, de los autores. Las películas del Oeste pasaron a ser obras maestras de John Ford y The Beatles un grupo que actuaba bajo la dirección de Richard Lester. La Seminci fortalecía esas gafas autorales con sus ciclos, con sus descubrimientos. Todos teníamos una libreta, a veces mental, a veces de papel, en la que íbamos rellenando huecos en las filmografías, como una colección de cromos que nunca se terminaba y que necesitaba de viajes más allá de los Pirineos. El cine solo existía en los cines, en el presente anhelado de la proyección.
Vídeo, luego DVD, ahora Internet. La libreta que empieza a quedar orillada en la mesa, y que acaba en un cajón que nunca se abre. Los libros, las filmografías, amarillean. Ahora todo está al alcance de los ojos, con nulo esfuerzo ante la pantalla captora cualquier título se localiza, se baja, se abre. El sacrificio de la facilidad ha sido enorme: las salas oscuras escasean, se van cerrando (aquella escena de cierre en ”The last Picture Show’…), están tristemente vacías, sin conexión con la calle. Los estrenos son accidentes fulgurantes y olvidables.
Y sin embargo la Seminci resiste, con su viejo esquema de ciclos de autor o de temática, de nuevas filmografías, de edición de libros paralelos, de mesas redondas. La gente busca por cada final de octubre su viejo disfraz de espectador, su tiempo vacío, sus gafas, hasta su libreta. Es solo una semana de nueva o vieja identidad, en la que la sala oscura se abre de nuevo a multitudes que disputan por una entrada o por una Espiga. ¿Alguien se imagina el resultado de una mesa redonda sobre la crítica cinematográfica en un día alejado de este oasis? ¿O el de una proyección de una anónima película sueca?
Nunca sé si apoyar la tristeza o la alegría que me invade cada vez que llega la Seminci. Pero ya no hay tiempo, la primera proyeción está a la vuelta de la esquina. Hoy empieza todo.