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Jorge Praga

Hoy empieza todo II

León

Chema Sarmiento ha acercado un poco más a Valladolid la capital leonesa con su película ‘Viene una chica’. Continuamente la ciudad se hace presente en los escenarios que envuelven a los personajes, en los nombres, en la luz. La Catedral, vista desde muchos ángulos, troceada, recogida en las amplias aceras que la bordean por la parte de atrás, gozada desde las alturas; la calle Ancha, su arranque desde la casa de Botines; la vieja estación de Matallana, con tanto sabor; los amplios espacios en torno a un río tan modesto; el viejo puente de San Marcos; las callejuelas del Barrio Húmedo… Aparecen también calles nuevas con poca identidad, y parques modernos. Sarmiento se siente dentro de la ciudad, hasta el punto de que incluye en ella como un activo más a uno de sus personajes. En el reflejo de un escaparate que trae una imagen de la Catedral, un cura de sotana rematada por la teja reglamentaria la atraviesa de lado a lado, mientras la banda sonora deja oír unos grajos. Es el cura que protagonizó la primera historia de ‘El filandón’, un fantasma que sigue teniendo vida en León desde que lo creó la literatura de Luis Mateo y la película le dio imagen. Don Ceferino Saldaña era y es su nombre, al que el relato de Luis Mateo clasifica en la jerarquía eclesiática como “sochantre beneficiado”, con aromas de su inolvidable libro ‘Parnasillo provincial de poetas apócrifos’, perpetrado con la complicidad de José María Merino y Agustín Delgado. Don Ceferino, ya un leonés más.

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El cine de Sarmiento no siempre fue tan de la capital como lo muestra ‘Viene una chica’. En ‘El filandón’ (al que un libro monográfico de José Carlón llama “la primera película leonesa”) solo la historia de Luis Mateo tiene presencia palpable de la ciudad. Las otras cuatro, debidas a José María Merino, Antonio Pereira, Pedro Trapiello y Julio Llamazares, se desparraman por la provincia, por su memoria de guerra o de pueblos sepultados por el pantano. Y en el mediometraje con que debutó Sarmiento (entonces era José María Martín Sarmiento) en 1983, ‘Los montes’, la narración se repliega hacia un pequeño pueblo de El Bierzo. El director nació allí, en Albares de la Ribera, en la entrada tras pasar el puerto de El Manzanal, puerto temible de nieve y hielo en la infancia del cineasta, y hoy casi vencido por una autovía de poca identidad. En este mediometraje, lo mejor que en mi opinión ha rodado Sarmiento, el protagonista es esa comarca berciana: su paisaje, al que las imágenes extraen un ánima poética; los pequeños pueblos de tejados de pizarra, casi abandonados; las mujeres que allí sobreviven, muertos todos los hombres; el habla en la que el castellano busca aromas en Galicia, y también en Asturias; los ritos ancestrales, las viejas historias, las herencias que están a punto de ser sepultadas entre los muertos.

Chema Sarmiento ha llevado una vida muy viajera. Su infancia la pasó en El Bierzo, también en otro pueblo de León, Santa María del Páramo, y en la capital. Pero luego su familia le llevó hacia otras ciudades, y estudió su carrera universitaria  en Valladolid. Luego fue estudiante de cine en París, y su vida como director de documentales le ha dejado en muchas partes del planeta. Pero donde se inventa la geografía, en la ficción libre y amorosa, retornan las raíces, desembarca León.

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