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Jorge Praga

Hoy empieza todo II

La geometría del poder

En la escena inicial de ‘El Padrino’ la policía ronda la mansión de Vito Corleone el día en que se casa su hija. Mientras en el interior se desarrolla la fiesta, los agentes se limitan a apuntar las matrículas de los coches de los invitados. Es lo único que pueden hacer, los altos muros son tan infranqueables como intocables los invitados de la ceremonia.La Familiaestá en su inviolable territorio.

Esta primera y magistral secuencia traza con firmeza la geometría dela FamiliaCorleone, el alcance de su poder y los límites de sus actividades. El Padrino es el gran ojo que desde la sombra tenebrista de su despacho ordena y desgrana las actividades, mientras sus huestes se distribuyen en círculos concéntricos que miden la jerarquía en proporción inversa al radio. Otras Familias con sus círculos se acercan al Padrino en esa ceremonia, lo abrazan en un estudiado cuerpo a cuerpo. Cada Familia es una fratría que solo mira para sus adentros, y que se encona cuando choca con las fronteras de otra. Y el marco exterior, donde habitan los grandes nombres de Ley y Justicia, no son más que otros muros que merecerán si acaso la ocasión del combate.

Ese es el universo de los Corleone, que se renueva al inicio de cada una de las partes de la saga, en secuencias simétricas a esta. En la siguiente entrega la ceremonia es una primera comunión en Nevada, y en la última, de vuelta a Nueva York aunque lejos del barrio italiano, una misa solemne trae una condecoración vaticana (nada menos) a Michael Corleone. A la celebración religiosa sigue siempre la pagana, y su ocasión para renovar alianzas, marcar el territorio, y comprobar de paso cómo evoluciona la permeabilidad de los muros. Si en la primera parte los poderes públicos no tenían sitio en la fiesta, en la segunda comienzan a aparecer sin disimulo, y en la tercera se sientan a la mesa las más altas jerarquías religiosas (“Cuanto más alto subo, más podrido está el ambiente”, confiesa Michael Corleone).

Del poder trata la saga. De su ejercicio, de su conservación, de su alcance. En medio de él están sus protagonistas, Padrinos, mujeres, secretarios, gentes de armas unidos en un destino que los envuelve y cimbrea más allá de su voluntad y razón. “Yo no soy como ellos”, dice un todavía ingenuo Michael a su asustada novia el día de la boda de su hermana, vestido con el uniforme militar estadounidense. No tardará en ponerse el traje de sus hermanos y compañeros, en fundirse con su gente.

Alguien ha querido ver en ese juego trágico y sangriento la sombra de Shakespeare, de los dramas en los que exploró los reinos de Macbeth o Lear y las ambiciones y flaquezas que los tejían. Pero frente a la capacidad reflexiva que muestran sus personajes, la saga cinematográfica llega con la ausencia de cualquier envoltorio moral. En una narración movida desde dentro como es la de los Corleone, no cabe una Ley que enjuicie los actos desde una perspectiva superior (y cuando en la tercera parte interviene de manera explícitala IglesiaCatólica, sus prácticas la equiparan inmediatamente a cualquier otra Familia). Los afanes de los Corleone se dirigen exclusivamente a su supervivencia, y esta consideración práctica aleja el filtro de la ética. Solo cuenta el territorio común, dador de identidad. La primacía de su defensa acerca a la saga otro nombre ilustre, el de Nicolás Maquiavelo. Se lee en ‘El Príncipe’ que “un hombre que quiera hacer en todos los puntos profesión de bueno, labrará necesariamente su ruina entre tantos que no lo son”. Conociendo las fieras que acechan más allá de los muros, y dentro de ellos, la “virtù” política reside en la eficacia con que se conserva el reino. Así lo fijó aquel florentino del siglo XVI, y Mario Puzo y Francis Ford Coppola renuevan su fórmula en la larga biografía de los Corleone.

(Publicado en La Sombra del Ciprés el 31-3-2012)

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