Me dice un veterano visitante del festival que le ha fallado la tertulia cinéfila y crítica del hotel. Que en años anteriores –ya todo empieza a relucir desde el pasado- no se cabía en la barra del bar, que entre enviados especiales, críticos, cineastas y mediopensionistas las conversaciones y las rondas caían sin que se enterase nadie más que el hígado y la cartera. Que qué tristeza.
Tal vez mi informador eligió sin suerte su jornada semincera, pero los malditos recortes que han llegado a todos los flancos también tenían que reducir ese de invitados encantados de serlo. El problema no es que desaparezca la diversión de unos cuantos, sino que con las mismas tijeras se corte también la estancia de especialistas que además de tomar ginebras en su tiempo libre enviaban crónicas, participaban en mesas oficiales y espontáneas, ensanchaban el eco y el espesor del festival. Sin ellos queda un tropel de días en el que las pantallas resbalan unas sobre otras, a falta de una piel experimentada que las compendie y relacione.
La crítica, los críticos. Si mi afición al cine prosperó mucho más allá del simple placer amical fue por la conmoción que me produjeron ciertos textos, por lo que me sorprendieron, por lo que me enseñaron de la lectura de películas. Siempre aludo a la que Miguel Marías sacó en la lejanísima revista ‘Nuestro Cine’ sobre ‘Siete mujeres’, de John Ford. Ahora la he vuelto a poner delante, siete páginas de belleza renovable. Tras él vinieron otros maestros a los que casi no te atrevías a encarar en el bar de ese hotel, César Santos Fontela, Jesús Fernández-Santos, gente de mucho porte y barra. Y mientras escribo estas líneas llega al festival otro nombre que con sus textos y diccionarios me ha acompañado toda mi vida como un lazarillo fiel, casi sin yo notarlo: Augusto M. Torres, nimbado por esa misteriosa M que hasta podría ser un homenaje a Fritz Lang y su vampiro de Dusseldorf. Ha batallado sin descanso en todos los oficios del cine, anduvo entre películas míticas y fue incluso productor de ‘Arrebato’, y ahora le toca ser juzgado por su documental sobre Juan Marsé. Que encuentre críticos que no queden muy lejos de él, es lo que le deseo.