Restos del imperio
Cines abandonados, el viento y la lluvia colándose por las grietas del techo; cámaras de las que todavía cuelga un trozo de película; fachadas descascarilladas sin letras de neón. Restos de un imperio con los que Paul Schrader contrapuntea el lujo de los escenarios de ‘The Canyons’. Schrader siempre ha querido estar abierto a su tiempo, de ahí que su cine sea cuando menos plural, tan pronto embarcado en el remake de ‘La mujer pantera’ como en la muerte ritual de Mishima. Su empeño último se dirige hacia los triunfadores, de los que pone en boca: “Estamos haciendo cosas que queremos, y no nos importan, pero las seguimos haciendo. Me compro toda esta ropa, no significa nada, pero es lo único que me apetece hacer”. En Los Ángeles este camino solo podía llevar a la casa de Bret Easton Ellis, el gurú de la nada, el Galdós de los no-lugares. Sabedor de que los estadounidenses están en la época posimperial, trae al proyecto las argucias de la picaresca: financiar la película con crowdfunding, buscar una actriz que haga ruido y un actor del porno, rodar en el restaurante de un amigo o en la casa de otro sobre una ladera de Malibú. En la cabeza gastada de Ellis eso tenía un riesgo, que se ha consumado: no es una película del camaleón Schrader, sino del escritor que agotó definitivamente su talento en ‘American Psycho’, principios de los 90. Desde entonces, los pijos desgraciados (se) aburren por las páginas de quien no tuvo la suerte de leer a tiempo la sentencia de Marcel Duchamp: “Para mí el peligro está en caer en gracia al público inmediato, a ese público primero que te arropa, te acepta y te da éxito. Yo preferiría esperar al público que vendrá dentro de cincuenta años, o de cien años, después de muerto”.
Traté de enderezar la tarde en el imperio de la croqueta, pero ‘El huevo de Colón’ que ha inventado el Ceyjo resultó ser un elipsoide con calabacín, crema de risotto y otras cosas difíciles de averiguar, montado sobre un soporte con el que se peleó mi escuálido tenedor mientras las croquetas de la barra me miraban en silencio.