La tarde en que Luis Santana presentó ‘Carta no enviada’ en la Fundación Segundo y Santiago Montes estuvo envuelta en el silencio habitual dela Fundación.Un silencio atento que nunca falta, que no por conocido deja de hacerse notar, y cuyo origen intrigaba en alguna de las charlas que siguieron a la presentación. La acústica, dijo uno, el volumen por encima de las cabezas, o quién sabe, apuntó otro, la desnudez de la voz sin los envoltorios tan habituales de pantalla, power point, proyecciones… La voz, las voces de Olvido García Valdés y Luis Santana, que dejaron estas notas confrontadas con la lectura posterior.
1.Olvido trae su travesía por ‘Carta no enviada’. Un libro breve, en el que encuentra semilla de reescritura de algunos poemas anteriores de Luis Santana, trabado y trabajado en su lenguaje. Recaba apoyos y ecos en otros autores. Cita larga de Walter Benjamin. Presta su voz, honda cadencia, a algún poema que se abre y planea por encima de las silenciosas cabezas: “Página sola,/ lectora sola,/ sin encontrarse nunca”.
2.Luis Santana: “Un amigo me ha llamado hace unos días, después de leer el libro, y me ha dicho: me ha gustado mucho, pero no entiendo nada”.
3.Luis Santana desgrana versos, desordena páginas, a veces oculta: “Sobre ‘Textos para NO’ no voy a aclarar la razón del NO”, dice. De otros versos cuenta la génesis: ‘Mujer en la ventana’ nace en una vecina que sacude a la calle alfombras, trapos, la mopa del polvo. Sobre el poema que da nombre al libro, señala su geografía, el lugar de la casa que Luis busca para aislarse del ruido de la calle, el cuarto de baño: “Agua caliente, agua afilada/ en el cuarto naufrago/ sin desgracia”. A veces es una sola palabra la que origina el arranque: así el poema de la eucaristía, de la que dice que nada tiene que ver con él, pero que le atrae y explora en unos versos: “eucaristía;/ el blanco límite”.
4.En la casa de Luis Santana, cuando era niño, el dinero andaba justo. Su madre encontró trabajo en una familia pudiente, que tuvo a bien regalar al niño una prenda que ya no les servía: un abrigo de piel de camello. La historia está y no está en ‘Abrigo de pelo’, que alude al camello indirectamente: “cansancio animal sobre femeninas dunas”.
5.Sin las referencias los poemas se abren cuesta arriba, opacos. La vista rebota en ellos con frecuencia, otras veces se detiene en el juego o en los descubrimientos del lenguaje: “Carne de nieve se abriga/ en el copo de amaranto”. El poema de la lectora que Olvido dejó suspendido en el aire aterriza cuando Luis Santana refiere su origen: una mujer a la que siempre encontraba leyendo, hasta que comprobó que nunca cambiaba de página, sobre el mismo libro.
6.La emoción llega prendida en una dedicatoria: “A Catalina Montes”. La lectura en su Fundación espesa si cabe más el silencio: “Cielo,/ perdiste tu criatura/ en un vendaval de nada”. Otro nombre apuntado al lado del título nos dirige a la despedida de Fernando Urdiales: “Cuando traigan las cenizas,/ cuando traigan la nata del cadáver,/ habrá empezado el olvido”. Sin los nombres no sé qué sería de la emoción, de su crecimiento, de su rostro.
7.Para muchos poemas no hay pistas. La lectura se enfrenta a su autonomía sin orígenes, a la vida propia de la lengua. Cada página se defiende sola, el lector debe buscar sus resonancias, su voz: “¿Qué hará la rosa/ con su vida/ ajada?”. La poesía es ese surco del lenguaje que lleva lejos, demasiado lejos, donde ya no se divisa el mundo particular, disuelto por el camino. El final disecado es el comienzo de la lectura.
8.Hay que agarrarse a cada verso con la energía del explorador de territorios vírgenes. Eres el primer habitante de esa geografía. Sin mapas, sin rótulos. A veces, el extravío: “Era un sueño de plomo/ en el órgano asfixiado”. A veces, la luz: “Te digo lo que no pronuncié”.
9.Los poemas son conquistas prometidas, cimas de una vasta cordillera. Pongo en el índice del libro, sobre el título, una cruz como bandera de aceptación, que no de comprensión. En ‘Mujer enferma’ construyo verso a verso a la persona, la reconozco, le pongo cara: “Ella,/ ella descompone la casa/ y anuncia el miedo sin origen”. Ninguna palabra sobra. Una cruz. ‘Diré que te recuerdo’ trae la quiebra de sentimiento que cualquiera rescata de sus nieblas personales: “Diré que te recuerdo/ como un temblor de fósforo,/ oscura siemprefría”. Otra cruz. Cimas conquistadas.
10.Largo es el camino andado por estos poemas, más puros cuanto más separados de la anécdota de su comienzo, más difíciles. Más tentadores. Pocas palabras para 15 años de formación. Muchas más las excluidas, las escondidas en líneas transparentes: “Lo dicho,/ lo confesado;/ todo irrelevante”.
(publicado en La sombra del ciprés el 3 de mayo de 2014)