Seminci – Caro Diario. Martes 21 de octubre
Lejos de mí la tentación de titular “Sedes” a esta colaboración tras el sagaz artículo de Alex Grijelmo de hace unas fechas, poniendo en solfa esa tendencia a inflar palabras: sede parlamentaria por Parlamento, sede judicial por Juzgado, sede deportiva por estadio. No, nada de sedes. Edificios, cines, los lugares donde la Seminci funciona y se recibe.
Con los edificios del festival se podría armar un esqueleto cinéfilo, urbanístico y sentimental de la ciudad. Del desván de la memoria llega el recuerdo del Avenida (la sala de butacas más enorme que recuerdo), del Groucho, que simulaba un pequeño anfiteatro, del Coca, derribado sin hacer caso del nombre de la plaza que lo albergaba; también del Mantería y del Roxy, enhiestos pero muertos, qué jugada; del Lope de Vega, que de vez en cuando suelta unos cascotes de protesta. En la lista triste estaba el teatro Carrión, que aunque nunca estuvo cerrado nos alejó con su vida intermitente y su fachada descolorida. Pero hete aquí que ahora nos reclama cada día. Es la gran novedad junto con el LAVA, reservado en su singularidad para extensiones de moda, vinos y otras vainas.
El Carrión luce desde lejos un nuevo color, no sé si romano o toscano, que obliga a detenerse ante su fachada. Qué elegancia de remates, que finura de líneas, qué bello chaflán. Y qué calor recuperamos en su interior desde el mismo vestíbulo, saboreando esa amplitud que solo parecen tener los edificios con solera. Allí nos espera la doble escalera, enredada sobre sí misma y filtrada de colores por las cristaleras, y la planta de arriba que tiene un Ambigú que por sí solo ya merece la ascensión. Su mostrador de fantasía impone un cóctel refinado, una copa de champagne, no sé, unas ostras de La Rochelle.
El Carrión. Una joya de este sufrido centro de la ciudad, cada vez más asediado por las fuerzas centrífugas que quieren sacar todo a las superficies comerciales, al alfoz, a tomar por el saco. Pero al menos esta semana démonos todos la bienvenida en cada sesión, y que la paz de la sala oscura sea siempre con nosotros. Amén.