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Jorge Praga

Hoy empieza todo II

Y todos rieron de buena gana

Seminci – Punto de Encuentro. Miércoles 22 de octubre

Era la coletilla preferida del más fértil de los novelistas patrios, Marcial Lafuente Estefanía, para cerrar sus párrafos de calma antes de los tiroteos que dejaban la página sembrada de cadáveres: “Y todos rieron de buena gana”. Por desgracia hoy la muletilla solo sirve como guía contraria de las películas contempladas, pues en ninguna de ellas, a pesar de su híbrida vocación de comedia, se ríe de buena gana.

‘7, Rue de la Folie’ (Locura) es una producción belga, aunque su director, Jawad Rhalib, nació en Marruecos. En su primera obra de ficción trae el cruce de culturas con una familia musulmana incrustada en Occidente, pero en una granja aislada que no permite la ventilación. Allí han vivido tres hermanas bajo el férreo control de su padre, al que en la escena inicial sepultan mirando a La Meca, o mirando a cualquier sitio, pues la revuelta está en marcha. Estas Bernarda Alba, liberadas del yugo, inician una vida de libertad desenfrenada sin salir de la granja, de la que pronto descubren que está en quiebra. Eso las obliga a buscar soluciones en el exterior, desde un banquero salido a ofrecerse en Internet a un emigrante para una boda de conveniencia. La historia de fondo es terrible, pero queda envuelta en una interpretación que potencia la caricatura, y en una puesta en escena que coquetea con lo inverosímil. Así avanza la historia dejando venganzas y cadáveres entre risas, hasta que en la parte final el drama va asomando más la nariz.

Es posible que sus transgresiones y burlas tengan una recepción más intensa con un público que participe de las dos culturas que enfrenta la obra. Especialmente jugosa tendrá que ser su proyección en Marruecos. Es, al fin y al cabo, una historia de liberación, aunque paradójicamente acabe con las mujeres sometidas y condenadas a otro orden, el del manicomio. La libertad está muy cara, sobre todo para las mujeres del Islam.

Minimalismo a la polaca

Para la polaca ‘Kebab&Horoscope’, debut en la ficción de Grzegorz Jaroszuk, hay que buscar ayudas que la sazonen (la revista de Seminci la califica de “comedia extrañísima”), y pronto la cadencia de las imágenes y el hieratismo de los personajes convoca el nombre ilustre del finlandés Aki Kaurismäki. En la cinta polaca hay también esa extraña mezcla de sosería y minimalismo que en manos del director finlandés se eleva hacia un discurso tierno y profundo sobre la limitada condición humana. Pero parece una fórmula exclusiva que no admite discípulos ni imitadores, si acaso primos lejanos como Jim Jarmusch.

La historia se corresponde con ese esqueleto escaso de sus maestros. El camarero de un Kebab y un escritor de horóscopos quedan a la vez en el paro, y deciden unir sus destinos en una empresa de márquetin que logra como primer y único cliente una tienda de alfombras necesitada de renovación de personal. Ya no saldremos de esa tienda en toda la película, salvo para ocasionales excursiones a las casas de los aspirantes. La narración se construye con planos estáticos de formato alargado, muy medidos y cuidados, exquisitos si se dieran en raciones más pequeñas. Lo mismo sucede con los diálogos, que en las primeras secuencias arrancan alguna carcajada, pero que poco a poco se van congelando como en una sala al aire libre en Alaska. A la misma altura está el rígido diseño de personajes, excéntricos y agarrados a alguna rareza que exhiben repetidamente. La comedia acaba en el mismo Kebab donde empezó, 72 minutos después, en los que apenas si pasa nada que merezca la pena o haga sonreír. Aun así, se llevó algún aplauso aislado.

El fantasma paterno

Para cerrar el contrahomenaje a Lafuente Estefanía la húngara Virág Zomborácz nos ofreció ‘Utóélet (El más allá). A diferencia de la solidez técnica y el pulso sostenido de la mayoría de las obras de Punto de Encuentro, aunque luego no levanten el vuelo, esta primera obra de la directora húngara muestra su indecisión y debilidad desde el principio. Según cuenta ella misma el guion fue escrito y parcelado en muchas ocasiones, y solo el montaje final dio forma al filme, que desde el arranque toma varios caminos sin decidirse por ninguno, saltando de la risa a la tragedia y vuelta a empezar. La anécdota dominante es la tortura que sufre un chaval un tanto especial por la presencia del fantasma de su padre después de su muerte repentina.  No pensemos en la hondura de ‘Hamlet’, ni tampoco en la gracia de ‘Sueños de seductor’. La obra se queda en un campo intermedio de buenas intenciones, con una realización plana y una interpretación discreta, lo que unido a la falta de ritmo deja una sesión poco recomendable para estos días de cuerpo con demasiadas horas de butaca de patio.

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