Seminci
Caro Diario. Sábado 31 de octubre de 2015
En 1993 Juliette Binoche tuvo sobre la mesa dos ofertas: ‘Parque Jurásico’ y ‘Tres colores: Azul’. La propuesta de Steven Spielberg parecía irresistible, pero Binoche se inclinó por la de Krzysztof Kieslowski. Vistos los resultados veintitantos años después no cabe sino elogiar su olfato, más todavía después de sufrir a su desgarbada sustituta Laura Dern naufragando entre dinosaurios. Pero la elección de la intérprete francesa no solo la apartó de un título planetario y de un chorro de dólares. También la impregnó de un cariz profesional.
La decisión era coherente con ‘La insoportable levedad del ser’ o ‘Los amantes de Pont-Neuf’. Cine de raíz intelectual, exigente. Con Kieslowski siguió hasta completar los otros dos colores, el rojo y el blanco, excesivo como toda trilogía. Y rápidamente llegó ‘El paciente inglés’ y la parafernalia de los Oscar. Sé de unos cuantos espectadores, entre los que me incluyo, que no tragaron la afectada película de Anthony Minghella ni al dúo de Ralph Fiennes con la Binoche. Y los prejuicios la persiguieron en sus trabajos posteriores, aunque llevaran la firma de Haneke, Kiarostami o Assayas. Envarada, por encima del personaje, con excesivo protagonismo… eran algunas de las críticas negativas que se oían. Tal vez la excepción fue ‘Chocolat’, donde abría su sensualidad con el brebaje de cacao hasta enrollarse con el pirata Johnny Depp.
Pero esta primavera se estrenó el ‘Viaje a Sils Maria’ y la trabada oposición a la actriz se disolvió como un azucarillo en café hirviendo. La Binoche, en el friso de la cincuentena, se olvidaba de máscaras y empaques y desnudaba su percha, su experiencia y sus cicatrices en la pantalla. Y su voz entre cigarrillos y whisky. Y su risa. Su risa fresca entrelazada en carcajadas, tantos años aguardándola. Como la de Greta Garbo cuando derrumba el telón de acero en ‘Ninotchka’. La risa que festeja un cuerpo grávido y verdadero, unos ojos hundidos pero diamantinos, un rostro que no te cansas de enfrentar. Ah, Binoche, cuánto mundo dentro guardas. Ojalá Coixet haya dado con él.