En ‘Negra espalda del tiempo’ Javier Marías recoge de su protagonista –él mismo, más o menos- los años en que, ejerciendo la docencia en la universidad, atraía la atención de sus alumnas simplemente por ser su profesor. El “efecto tarima”, le llama. También en la última película de José Luis Guerin el protagonista es un profesor prosigue la docencia y sus gratificaciones más allá de las aulas. Pero no es la única convergencia entre ambas obras. Comparten también la pregunta inicial sobe su estatuto de realidad, cuánto de ficción y cuánto de documental, pregunta que se va desinflando cuando cada obra dirige su interés hacia la búsqueda de una verdad interior ajena a estas clasificaciones.
Porque lo que le preocupa a José Luis Guerin no es la raíz terrenal de los actores, ni tampoco el juego de ambigüedad que puedan desplegar, sino precisamente lo que se revela cuando estas raíces se debilitan y los actores enhebran bajo su dirección personajes y situaciones que no estaban previstos en ningún guion rígido ni en un plan de rodaje cerrado. Al menos desde ‘En construcción’ su cine se conforma como un proyecto dinámico que se va ajustando a su fertilidad interior. Eso era evidente en un rodaje que dependía de factores tan lentos y azarosos como la demolición y edificación en el corazón del Raval. Pero en ‘La academia de las musas’ se instala la misma paciencia, la misma espera. Los personajes son seres vivos con los que el director va escribiendo ante la pantalla, que tan pronto viajan a la Arcadia de Cerdeña -¡qué belleza de sonidos!- como al Averno de Nápoles, con la misma libertad que un escritor ante sus cuartillas.
El resultado es una obra compleja, articulada sobre diálogos en torno a la poesía. Pero la película sabe buscar y encontrar algo más que la calidad de sus debates y la riqueza de sus encuadres, nutridos por sorprendentes reflejos. Hay también otras disputas y lamentos subterráneos sobre el poder, la seducción, la debilidad, la necesidad de afecto o el sabor de la belleza. Y varios registros simultáneos que pueden abarcar el ejercicio de la tarima profesoral o la burla de la carcoma que la corroe. Una película distinta y por tanto exigente, acorde con el riesgo y la personalidad de su autor.
(publicado en El Norte de Castilla el 14 de enero de 2016)