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Jorge Praga

Hoy empieza todo II

Chinaski solo escribe sobre putas

Hace unas semanas Jordi Évole dedicó su ‘Salvados’ a deportistas. Entre ellos estaba Juan Mata, el futbolista que fichó por el Chelsea de la Premier inglesa para ser luego traspasado al Manchester United, y que en la entrevista dejó una rareza que la justificaba: leía libros. “Ahora estoy leyendo a Bukowski, me gusta la forma en la que escribe, escribe también poemas, hay uno que se llama Pájaro azul que es muy bueno…”. Pronto le tenemos en la pantalla recitando en un buen inglés: “there’s  a bluebird in my heart that/ wants to get out/ but I’m too tough for him”. Un poeta en boca de un futbolista, no cabe mejor publicidad. Tal vez se estaba cumpliendo la irónica predicción que el propio Bukowski lanzaba en el prólogo de ‘Toca el piano borracho como un instrumento de percusión hasta que los dedos te empiecen a sangrar un poco’, en 1979: “Lo peor de todo es que algún tiempo después de mi muerte se me va a descubrir de verdad. Todos los que me tenían miedo o me odiaban cuando estaba vivo abrazarán de repente mi memoria. Mis palabras estarán en todas partes. Se crearán clubs sociales y sociedades. Será como para volverse loco. Se hará una película de mi vida. Me pintarán mucho más valiente de lo que soy y con mucho más talento del que tengo. Mucho más”.

Sí, el descubrimiento tardío se va cumpliendo. Más en su poesía, que lleva tiempo remontando el impacto inicial de la prosa de ‘Escritos de un viejo indecente’ o ‘La máquina de follar’. En los últimos años han llovido sobre los escaparates antologías, reediciones y poemarios que aguardaban su traducción, siendo los últimos ‘Los días corren como caballos salvajes por las montañas’ (2014), ‘Lo más importante es saber atravesar el fuego’ (2015), y la novedad de ahora mismo, ‘Gatos’.

No le sienta mal a la poesía de Bukowski este revoltijo de ediciones solapadas, de poemas repetidos en distintas traducciones, de ausencia de un corpus académico. Todo llegará, según reza su profecía, pero por ahora recibimos sus poemas como lo que parece que fueron en su origen, apuntes a la caza de una situación, de un pensamiento que se cruza, de una frase que vuela. No hay voluntad de obra mayor que los englobe, y su distribución en libros fue tarea habitual del editor John Martin, fundador de Black Sparrow Press. En esa editorial aterrizaron los primeros libros de Bukowski, que aceptó desde 1970 un cheque mensual vitalicio de cien dólares. La seriedad de John Martin, que nada tenía que ver con el caldo crápula y alcohólico del escritor, le convenció para abandonar su empleo fijo en Correos y su sueldo que duplicaba el ofrecido por el editor. Se supone que los éxitos de las primeras novelas pronto hicieron olvidar aquellos modestos cien dólares.

De sus primeros poemas publicados en revistas marginales a principios de los sesenta, hasta este ‘Gatos’ compuesto con fragmentos y manuscritos que esperaban a los veintidós años de su muerte en su casa de Los Ángeles, cientos, miles de poemas desparramados, recorridos por esa energía vertical y reptante, estructurados en versos que se estrechan a veces en un adjetivo, en una preposición, para estallar en síntesis de sabiduría irreverente. En ‘recital de poesía’ deja el rastro de una lectura en la universidad, y la trampa que le acecha: “de modo que/ este sería mi destino:/ arañar calderilla en pequeñas aulas oscuras/ recitando poemas de los que me cansé hace/ tiempo”. Pero la trampa de la autocomplacencia paralizadora no está hecha para él: “No entiendo a los escritores que dejan de escribir. ¿Qué les apaciguará?”. Ni tampoco va a poder esquivar las turbulencias interiores que le colocan continuamente frente a la máquina de escribir: “poemas como pistoleros/ andan por aquí y/ agujerean a tiros las ventanas/ se zampan mi papel higiénico/ consultan los resultados de las carreras/ dejan el teléfono/ descolgado”. Solo cabe la búsqueda, la búsqueda sin culminación: “me llevaría décadas/ de vida y literatura/ ser capaz de/ escribir/ una frase que fuera/ ni de cerca/ como yo quería que/ fuese”.

Décadas de vida y literatura. De observación, de botellas vaciadas solo o en compañía, de camas desordenadas y cagadas de gatos callejeros. Un mundo con el peligro del cliché de su alter ego Chinaski: “-Dios mío –dirán-, ¡Chinaski solo escribe sobre/ gatos!/ -Dios mío –solían decir-, ¡Chinaski solo escribe sobre/ putas!”. Bukowski lo combate con la sabia distancia de la ironía, la que manifestaba en el poema recitado por Juan Mata cuando hablaba de ocultar el pájaro azul oculto en su corazón: “¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros/ en Europa?”. Y, ¿qué contiene el misterioso pájaro azul? La ternura. Esa que tiñe el recuerdo de un compañero de trabajo que enfermó, “el bueno del irlandés Sully/ manipulaba tornillos con torpeza”. O la que envuelve a sus parejas: “todas las mujeres/ todos sus besos sus/ distintas formas de amar y/ hablar y necesitar”. Ironía, ternura, sabiduría en el inacabable Bukowski.

(publicado en La sombra del ciprés el sábado 14 de mayo de 2016)

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