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Jorge Praga

Hoy empieza todo II

Lección iraní

Festival Cinhomo

La supuesta equivalencia entre la enunciación en primera persona en una narración literaria y el rodaje en plano subjetivo en el cine (el plano en el que la cámara siempre está en la posición del mismo personaje) trajo uno de los fracasos más recordados en la historia del cine: ‘La dama del lago’, dirigida por Robert Montgomery en 1946. La película dejó claro que la ausencia de cortes, de varios puntos de vista, empobrecía la narración y la enflaquecía hasta el aburrimiento. Sin embargo, setenta y cinco años después, los iraníes Mohammad y Mehdi Torab-Beigi se atreven a cruzar la línea roja de la subjetividad y montan ‘At the End of Evin’ sobre la mirada exclusiva de la protagonista, Amen, una transexual que busca ayuda y dinero para sus planes quirúrgicos.

Una peligrosa elección que sin embargo se ajusta perfectamente a los propósitos del guion. Una familia de gran poderío económico y con múltiples contactos atrae a una joven con la promesa de facilitarle el cambio de sexo. Ella es un ser débil y necesitado, insignificante, a la que finalmente manipulan con encierros, drogas y cirugías para convertirla en la persona que necesitan para un intercambio fraudulento. Como obliga el canon del plano subjetivo, nunca llegamos a ver a Amen. Solo sus miembros doloridos o su voz doliente nos dan pistas de su creciente deterioro. Destinada a doblegarse frente a los poderosos tras una larga lista de huidas, explotación y traiciones, la cámara la condena a la invisibilidad al tiempo que permite observar con detalle la fría destrucción a la que la someten. Su dureza evoca en cierta manera a la de ‘La piel que habito’, de Pedro Almodóvar.

Obra muy notable y rigurosa, construida sobre una calculada fotografía de estancias desoladas y una interpretación muy exigida, frontal al objetivo de la cámara y por tanto al espectador. En la línea de las grandes películas iraníes de los últimos años.

Cinhomo exhibió en su gala inaugural ‘Sedimentos’, que ya había cosechado en la pasada edición de la Seminci la Espiga Arco Iris. Adrián Silvestre se encierra en un pequeño pueblo leonés con seis componentes del grupo I-Vaginarium, después de un trabajo en talleres en los que seleccionó a las participantes y tomó la decisión de rodar en el pueblo de una de ellas. El resultado es una suerte de docudrama en los atractivos paisajes del norte de León, en el que las protagonistas desnudan su biografía sobre una red de complicidades y afectos tejidos desde su común transexualidad. Con el techo inevitable de un rodaje ceñido a la experiencia diaria, la película encuentra su verdad y su gracia en la sinceridad desprejuiciada de sus protagonistas y en la colaboración abierta de la gente del lugar.

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