El Azarías de Fernando Rabal, Jean Seberg vendiendo periódicos en los Campos Elíseos, el susurro de Marlon Brando en ‘El Padrino’… Actuaciones que desbordaron la lateralidad del personaje y que fueron capaces de imprimir carácter y memoria a la película que les dio existencia. Alfredo Castro se incorpora, en su escala, a este cuadro de honor con La Loca del Frente, su personaje en ‘Tengo miedo torero’, una discreta película chilena que sin su gracia bajaría bastantes enteros.
Alfredo Castro ya conocía el territorio de travestis y fronterizos en su larga carrera de cine y televisión, telenovelas incluidas. Declaraba: “Siempre me ha interesado más el lugar femenino o más ambiguo de la sexualidad que una sexualidad terminada. Yo creo que para el arte cualquier encasillamiento que exista es una trampa mortal”. En ‘Tengo miedo torero’ es capaz de insuflar la gracia que promete el título, junto con otras locas que le acompañan en el reparto, a una producción dirigida por Rodrigo Sepúlveda que plantea un difícil maridaje entre la copla y la militancia política. La parte seria, digámoslo así, de esta obra discurre en el Chile de Pinochet, con un grupo guerrillero que organiza un atentado contra el dictador. En una ocurrencia que no acaba de ser creíble del todo, ocultan su armamento en las casas de tipos como La Loca del Frente, lo que da origen a una creciente intimidad entre el adusto guerrillero y el personaje de Alfredo Castro. Este es más proclive a las lentejuelas que disfracen su precaria existencia y a zambullirse en una banda sonora de fantasía, con la canción que da título a la película como consigna gozosa de su participación clandestina. Quién nos iba a decir que encontraríamos las coplas de Augusto Algueró, aquel tipo con gafas de seminarista en la televisión en blanco y negro, entre guerrilleros chilenos y las caderas cimbreantes de La Loca del Frente.
´Felicidad’, ‘Glück’ en su título original, también encuentra el rayo actoral que la saque de una cierta rutina de burdel. La directora, la alemana Henrika Kull, trabajó en el mundo de la prostitución, por lo que cabría esperar que su reflejo cinematográfico ofreciese verosimilitud. Sin embargo la felicidad del título se adueña de las estancias del burdel, con prostitutas relajadas que ejercen su oficio como cualquier otro. Es un punto de vista, el suyo, adornado por una puesta en escena luminosa y risueña, incluso en las escenas de sexo. Por fortuna para esta felicidad aburrida, la presencia del actor Adam Hoya rompe y desborda el cliché con su ternura y su rareza andrógina. Un actor italiano que también es la actriz Eva Collé en otra película que interpretó, y cuya singularidad da vida y memoria a ´Felicidad’.
(festival Cinhomo)