Seminci. Punto de Encuentro.
Se dice que a la primera obra de un autor le acecha el peligro de querer decirlo todo, de atiborrar una historia con homenajes, citas y trazos autobiográficos. Mucho de eso sucede en la sueca “Excess Will Save Us”, y bastante en la coreana “The Apartment with Two Women”.
¿Sueca? Tal vez lo sea la producción, pero la primera película de la joven (26 años) Morgane Dziurla-Petit no puede ser más francesa, y más de su pueblo natal de 700 habitantes, Villereau. Es difícil meterse en la obra, aunque después de sus cien minutos es más difícil abandonarla, despedirse de la familia Petit, volver a la rutina. Su sinopsis podría decir que una chica que estudia cine en Suecia vuelve a su pueblo y, enamorada de la rareza de sus familiares y de las cosas que le cuentan, rueda un corto sobre una alerta terrorista y lo continúa en un largo en el que ella se mezcla con lo que hace, sus parientes con los actores y el pueblo con los escenarios. O bien, segunda sinopsis, que bajo la influencia del sueco Roy Andersson, cuyo cine estudió y en cuya productora trabajó, rueda una obra en la que la transparencia narrativa desaparece, a lo que no es ajena otra influencia, la del exquisito gamberro del cine francés Bruno Dumont, cuyo “P’tit Quinquin” decidió la vocación de Morgane cuando estudiaba el bachillerato. O bien, tercera sinopsis, estamos ante una película que lleva un espejo adosado que dice la verdad, el espejo que descubre a los lugareños como actores al servicio de un falso documental, y a actores que fingen inventar los disparates que alimentan la vida cotidiana de Villereau. Documental, ficción y hasta un tercer sexo al servicio de una chica muy audaz, que tiene algo que contar y algo de lo que reírse, y pide al espectador que se olvide de sus prejuicios y se incorpore al juego.
¿Coreana? Desde luego, aunque Kim Se-In, la directora de “The Apartment with Two Women”, declaró antes de la proyección que su mejor influencia era Pedro Almodóvar, cuyo cine había estudiado a fondo. Tal vez comparta con el director manchego la cercanía al universo femenino y a la maternidad, pero todo lo demás lo ha cocinado con sus propios fantasmas. A pesar de su inexperiencia sabe dirigir estupendamente a sus dos actrices principales, una madre y una hija encerradas en su violencia doméstica y en su vida insatisfactoria. Y es capaz de sembrar en cada escena del minúsculo apartamento la inquietud de una relación tóxica. Pero nadie le advirtió lo suficiente para que no repitiera escenas, para que no se empeñara en aquella secuencia a oscuras o que la madre tocase a la flauta la Marcha turca completa. A diferencia de su colega francesa, la desmesura juega en su contra y acaba encharcando un buen proyecto.