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Jorge Praga

Hoy empieza todo II

Tenéis que venir a verlas

Si el título de la última película de Jonás Trueba, “Tenéis que venir a verla”, era un juego con los diálogos de los personajes, pero al mismo tiempo un empujón al espectador dubitativo, el añadido del plural en el encabezamiento es directamente una invitación a no perderse los estrenos del cine español que van cayendo como lluvia esperada y gozosa sobre el páramo nacional. Títulos que se pueden agrupar en una fuerza específica femenina como proponen las líneas vecinas, o bien obras aisladas, personales, distintas, hijas en todo caso de la trayectoria previa de sus creadores. De esta última forma es cómo podemos clasificar la última que ha firmado Jonás Trueba. El director madrileño siempre se tomó muy en serio su papel de testigo de un segmento juvenil marcado por la herencia intelectual de los mayores, mezclado con sus ganas de innovar. Y con el fondo ciudadano de Madrid, que no deja de crecer desde “Los ilusos”. Pero en sus dos últimas películas esta energía de captura tiene un subrayado especial. En las casi cuatro horas de metraje de “Quién lo impide” envuelve unas biografías casi adolescentes con sus sueños, frustraciones y diversiones. En el otro platillo de la desequilibrada balanza, en “Tenéis que venir a verla”, dedica poco más de una hora a unas vidas que podrían ser las de aquellos adolescentes veinte años después, cuando los protagonistas sienten que se abre bajo sus zapatos un nuevo e incierto episodio vital, el de la etapa de madurez y responsabilidad, con pareja, hijos, una casa que los amigos tienen que venir a ver. Es una película en la que todo lo importante discurre implícitamente, rodeado de gestos y silencios punteados por los versos de Olvido García Valdés.

En un jardín muy distinto planta sus flores Albert Serra, el cineasta que se atrevió a filmar un Quijote en 2006, “Honor de cavallería”, sin tomar una sola escena de la obra de Cervantes. Cambiante y a la vez fiel a sí mismo, cada proyecto que emprende es una aventura cuyo final siempre encuentra a un espectador sorprendido y fascinado/enfadado. Para realizar “Pacifiction” se fue a Tahití a principios del 2020, donde pronto se disparó el coronavirus sin que se interrumpiese el rodaje, con el equipo actoral y técnico contagiándose con orden y regularidad. El resultado es una obra con una doble capa de improvisación, la habitual y la sobrevenida, en la que es inútil buscar una línea narrativa clara o explícita. Solo cabe dejarse llevar por la rareza de situaciones y personajes, y cada cual contará y valorará cómo le va en ello. El cine atrevido también lo probó y estrenó Isaki Lacuesta. En “Un año, una noche” se enfrenta con el atentado terrorista en la sala Bataclan de París, en 2015. No está en sus intenciones la reconstrucción ficcional de aquellos terribles hechos, sino la indagación en la memoria de dos de sus protagonistas. Toma para ello como punto de partida el libro “Paz, amor y Death Metal”, del superviviente de la matanza Ramón González. Sirviéndose de sus recuerdos establece una reflexión sobre la fidelidad a los hechos y ciertas imágenes que los representan.

Hay también sitio para el cine de narrativa sólida, argumento preciso y excelentes actores. Cine de buen recorrido comercial en la mano de dos directores con experiencia y prestigio como son Alberto Rodríguez y Rodrigo Sorogoyen. El primero abrió el festival de San Sebastián con “Modelo 77”, una costosa producción que explora el comienzo de la Transición desde la rebelión de los reclusos en la cárcel barcelonesa. Ritmo, personajes atractivos, escenarios de época para una obra triunfante. Tampoco se apea de la cartelera “As bestas”, la cuidada recreación de Rodrigo Sorogoyen de un crimen sucedido años atrás. La tensa disputa entre lugareños y recién llegados en una olvidada aldea gallega moviliza muchos flecos narrativos de actualidad, como las eólicas en busca de terrenos baratos, o antiguos como el olor a mierda de los ganaderos sin horizontes, entre los que Luis Zahera deja una interpretación soberbia.

En fin, un 2022 que con todos sus méritos estiraría en demasía estas líneas. Un apunte final para una obra de carácter reivindicativo, tan necesaria como limitada: “En los márgenes”, estreno en la dirección de Juan Diego Botto. Y otro más, gozoso en su afortunado localismo, para “Voy a pasármelo bien”, un insólito musical urdido por David Serrano sobre la música de Hombres G bañando (y bailando) las calles de Valladolid. Nunca esta ciudad se vio tan atractiva en la pantalla.

(publicado en La sombra del ciprés el 8 de diciembre de 2022)

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