>

Blogs

Jorge Praga

Hoy empieza todo II

Pino, Pardo, Relieve

A mediados de los años setenta alguien me habló de un poeta que regentaba una tienda de tejidos en la que dejaba pistas de sus libros por el escaparate. La tienda, de nombre HG, estaba en la calle María de Molina de Valladolid, al lado de lo que entonces era el cine Roxy. Camino del cine pasabas por sus amplios escaparates que ocupaban una buena porción de la tienda a modo de entrada, o de refugio para mirar con tranquilidad los tejidos expuestos, desenrollados en pequeñas olas desde los gruesos cilindros que los contenían. En el suelo de esos escaparates, discretos y casi inadvertidos, unos cuantos libros guiñaban el ojo a quien les dedicase un poco de tiempo. No me atreví a entrar en la tienda a preguntar por ellos. Pero me enteré de que algunos del autor, Francisco Pino, se vendían en Relieve, la librería de libros usados o viejos, una librería de lance. El librero, Pepe, “Pepe Relieve”, cambió la llaneza habitual por un gesto de desconfianza cuando le pedí algo de Francisco Pino. Me miró en silencio, calibrando en su interior mis merecimientos, y se perdió en la trastienda. Salió con dos libros en la mano, grisáceos, rústicos. Uno llevaba un título imposible y vertical en la portada: TEXTOSECONOMICOS ODELANADAALAMORADANOVERSOSSS. Dentro, un despliegue de páginas, una fantasía visual de escritura. El otro, más alto y ancho, era “Invisibilidad en Castilla”, la conferencia que Pino había dado en Málaga con ocasión de una exposición allí de pintores vallisoletanos. Esos mismos artistas –Jesús Mier, Gabino Gaona, Fernando Santiago, Francisco Sabadell, Félix Cuadrado Lomas, Domingo Criado, Jorge Vidal- ilustraban un texto lleno de citas que tejían la Castilla que el poeta presentaba en Málaga. Los dos libros se habían publicado en Relieve en 1969, doscientos ejemplares numerados de los que yo me llevaba uno de cada, con alborozo y un poco de susto.

*    *    *    *    *

Quince años después, hacia 1990, en un rincón de la desaparecida librería Clamor de la calle Ruiz Hernández, me esperaba un librito de un autor desconocido: Arcadio Pardo. “Plantos de lo abolido y lo naciente” era su título, impreso en una sencilla portada blanca con unas pinturas rupestres en rojo. Su invisibilidad entre tanto libro importante, también su modestia, hicieron que lo abriera y me dejara llevar por el magnetismo de sus versos. Era una edición del propio autor, que anotaba su dirección en una solapa: 10 Rue Emile Zola, Chaville (Francia), como si te invitara a que le escribieras o visitaras. Nadie en la librería supo decirme nada de Arcadio Pardo, aunque en la otra solapa se enumeraban títulos de varias obras suyas. De nuevo la librería Relieve se ofreció como puerta de entrada al autor. Pepe, el librero, ya no me miró con desconfianza cuando pregunté por alguna obra suya, y pronto puso en mis manos el primer libro de poemas de Arcadio Pardo, “Un tiempo se clausura”, de 1946, en el que el poeta se dejaba ver en una foto de sus dieciocho años. También me trajo un ejemplar de la revista “Halcón”, que amparaba la colección de libros de poesía. Francisco Pino publicaba dos poemas en ella (“¿Ha labrado en la rosa ese mirlo sus trinos?”), Arcadio Pardo otros tres (“Soy fuego sin cesar en llanura”). Esta vez salí tranquilo de la librería, y contento, como siempre.

*    *    *    *    *

Durante años he pasado casi a diario delante de la librería Relieve, de ese interior oscuro combatido con una bombilla sempiterna, la bombilla que un amigo decía que era como la del Guernica picassiano. Sus escaparates de madera desgastada, siempre con alguna joya tentadora, dejaban a primeros de cada abril amplio sitio para el retrato de su fundador, Domingo Rodríguez, y los libros que había encabezado o escrito. Se acercaba el aniversario de su muerte, sucedida el día de la República de 1960. Domingo Rodríguez había fundado Relieve en 1951, con las dificultades de la época más las añadidas por su condición de republicano, preso del franquismo y sospechoso siempre. La librería se convirtió pronto en un espacio de libertad y palabra, de literatura y arte. Francisco Pino lo dibujó con claridad: “En esta ciudad hubo una era llamada Domingo. Relieve fue durante penosos años la Universidad clandestina de Valladolid, quizá su reverso, donde se impartían disciplinas de alegría, salud y amistad, contra la tristeza, la enfermedad y  la indiferencia de la cultura oficial (…) Aquello fue una escuela soterrada y por eso echó raíces verdaderas de desobediencia”. El joven Arcadio Pardo también dejó recuerdo de su influencia: “Por aquellos años no era todavía raro encontrar en las librerías de ocasión obras interesantes procedentes de bibliotecas maltratadas por la guerra, o hallazgos recogidos en desvanes que luego aparecían en Relieve para excitar la avidez y la envidia de los jóvenes que no teníamos posibilidades para adquirirlas”. Ambos poetas publicaron sentido testimonio de la muerte de Domingo: “Sí, en mi silencio, tú mejor me oyes / como yo a ti mejor cuando te escucho / en mi propio silencio derramado”, escribió Francisco Pino. Y Arcadio Pardo: “Me has vendido un Machado un junio hermoso. / Me has vendido un Guillén de brillo y verso”. Desde 1960 quedó a cargo de la librería su hermano Pepe que, como decía Emilio Salcedo, se parecía a Pío Baroja cuando se dejaba barba. Juan Vegas le fotografió junto a su mujer en actitud de contemplación y de espera en esa acera de Cánovas del Castillo que tanto transitamos para detenernos ante sus escaparates. En 1996 el derribo del edificio hizo que Pepe trasladara su Relieve a los jardines de Poniente, donde una nueva obra, municipal ahora, le dejó sin sitio en 2014, y sin ánimo para aguantar la vida. En 2018 la hija de Domingo, Cristina Rodríguez Vela, publicó la tesis doctoral que había dedicado a la librería. Su eco permanece, te susurra, te chista cuando pasas por la acera de Cánovas del Castillo.

*    *    *    *    *

Francisco Pino y Arcadio Pardo tuvieron que cruzar bastantes veces sus pasos en los tiempos muertos de las tertulias de la librería Relieve. El segundo, nacido en 1928, miraría al primero, dieciocho años mayor, con respeto y distancia. Arcadio, con 17 años, iniciaba su acercamiento a la poesía. Francisco, Paco para casi todos, llevaba tiempo trabajándola en soledad. Sus caminos se separaron a primeros de los años cincuenta, pero siempre mantuvieron un misterioso eco, un paralelismo sorprendente. Ambos estudiaron en el Instituto Zorrilla, donde tuvieron como maestro reconocido a Narciso Alonso Cortés. Los dos se embarcaron con prontitud en aventuras de revistas literarias. Francisco Pino, con 18 años y la complicidad de José María Luelmo, funda “Meseta”. Tres años después, en 1931, sale la más vanguardista “DDOOSS”. Y todavía en 1934 empuja la creación de “A la nueva ventura”. Arcadio Pardo solo esperó a los 17 años para estar en el grupo fundador de “Halcón”, con Luis López Anglada y Fernando González entre otros, y el necesario carné profesional de periodista de Miguel Delibes como apoyo legal para los últimos números. Entre las dos aventuras, el abismo de la guerra civil. “Como si la guerra hubiera cercenado alguna posible continuidad”, escribió Arcadio en el prólogo a una reedición facsímil de “Halcón”. Concluidas estas aventuras de juventud, cercados ambos por sus orteguianas circunstancias, vino la lejanía, el retiro solitario hacia la poesía. Francisco Pino, con el alma herida por la guerra, se recluye en Villa María, en el Pinar de Antequera, a partir de 1940. Arcadio Pardo, enamorado de una joven francesa en un curso de verano en Valladolid, acaba instalándose en Francia a mediados de los cincuenta: Rouen, Aix-en-Provence, París. Los dos cultivan la poesía como una forma privada de resistencia, de comunicación con los restos del fulgor pasado. Pino en su aislamiento elegido y con ediciones de cien ejemplares que regala o vende en Relieve. Pardo, inmerso familiar y profesionalmente en la lengua francesa, pule en la intimidad de su lengua materna poemas y libros que apenas si circulan entre sus antiguos amigos. No pertenecen a ningún círculo de influencias, a ninguna generación que los ampare. Poco a poco la personalidad poética vence al aislamiento y a la lejanía. Francisco Pino publica al fin en Hiperión: “Antisalmos” en 1978, “Méquina dalicada” en 1981, y sobre todo “Cuaderno Salvaje” en 1983. Pardo asciende con más lentitud, centrado en la tenaz construcción de su obra. Siempre con ese intervalo de veinte años entre una y otra biografía, pero unidos en una trayectoria poética marcada por la pureza de sus ambiciones. Francisco Pino recibe en 1990 el premio de la Letras de Castilla y León. Tenía 80 años. Arcadio recogió en mismo premio en 2016, con 88 años. La importancia de ambos fue creciendo sin cesar, desbordando soledades y fronteras. Se hicieron ediciones de sus poesías completas. De cada uno de ellos se leyó una tesis doctoral en la universidad de Valladolid. Sus nombres remontaron los círculos restringidos de seguidores. Fallecieron activos y nonagenarios, casi con la misma cifra de años. Francisco Pino en su Villa María a los 92, en 2002. Arcadio Pardo en París a los 93, en 2021. Nunca les preocupó la fama ni los reconocimientos. Pero sí la pervivencia de su obra, que dejaron silenciosamente encomendada a sus lectores postreros. “¡te moriré! ¿me vivirás?”, afirmaba y preguntaba Francisco Pino en su último libro. “Crees / en la perduración de lo emanante: / muerto, vendrás a otros”, aseguraba Arcadio Pardo ante el espejo de sus versos. Para los dos vale la frase de Gustavo Martín Garzo que rescato de un comentario suyo sobre Francisco Pino: “El poeta es el que se ejercita en desaparecer”.

(publicado en El Norte de Castilla el viernes 10 de febrero de 2023)

Temas


febrero 2023
MTWTFSS
  12345
6789101112
13141516171819
20212223242526
2728