Cinhomo.
La argentina ‘Sublime’ y la canadiense ‘Something you said last nigth’, vecinas de sesión en el festival Cinhomo, comparten estrategia para mantener la atención del espectador: dejan planear sobre sus imágenes algo que apenas si se enuncia pero que sin embargo impide la calma de los protagonistas, e indirectamente de quienes compartimos la historia desde las butacas. Un anhelo, una extrañeza, un gas impuro que enturbia las miradas.
Mariano Biasin dibuja en ‘Sublime’ el ambiente juvenil de un grupo de rock formado por chavales que todavía no han abandonado el Instituto. Su eje son dos chicos, Manuel y Felipe, unidos por la amistad desde la infancia. Alrededor de ellos pululan los otros músicos, los compañeros de aula, las familias de clase media en algún lugar de Argentina. Podría ser una película más de formación juvenil, con los protagonistas aprendiendo a estrellarse en sus devaneos amorosos y vitales mientras exploran la libertad de la noche o la fratría en una furgoneta abandonada en el bosque. Sin embargo algo se cuece en el interior de Manuel, algo que solo se deja ver en su mirada descentrada, en su desinterés por las chicas con las que sale, en sus sueños revueltos. El director maneja con sabiduría y discreción este núcleo perturbador que tensa las relaciones entre los dos amigos hasta que Manuel es capaz de verbalizarla en no más de cuatro palabras. Nada concluye esa declaración, los chicos son tan inestables como la cámara en mano que les persigue y su vida sigue entre anhelos y risas.
La perturbación que baña ‘Something you said last nigth’, dirigida por Luis Di Filippis, es todavía más sutil y poderosa. Opera, además, sobre un territorio y una historia cercados por la banalidad: una semana de vacaciones de una familia que se reúne en un lugar anónimo e insulso para disfrutar del sol, los baños y el descanso. Los padres, un matrimonio dispar de evidentes raíces italianas, convocan a las hijas que no viven ya con ellos. Una trabaja, otra estudia, las dos fuera del hogar paterno. Los días transcurren entre disputas domésticas y escarceos juveniles. Nada más, nada más que forme parte de la historia tejida con hechos visibles. Sin embargo, sobre la mirada del espectador pesa una tensión desde el inicio que no hace más que aumentar. Una de las hijas, Renata, o Ren, la suscita: la cámara no se despega de su cuerpo, cifra sus miradas, anota su voz, recorre su piel, amplifica sus silencios. Su alteridad de chica trans se incrusta con aparente naturalidad en el tiempo vacacional, pero la maestría de la puesta en escena sabe sembrar en cada secuencia la semilla de la ambigüedad y de la inquietud. Un juego implícito y morboso, que incluso lanza la pregunta de quién pone el morbo en esta delicada película.
(publicado en El Norte de Castilla el 26 de marzo de 2023)