Seminci. Caro Diario.
El cartel con el que se publicita la película ‘Cristina García Rodero – La mirada oculta’ muestra a la fotógrafa en plena captura. Será de las pocas en las que queda incluida en la imagen. Su posición está siempre fuera de cuadro, en ese lugar que le ha costado casi siempre dios y ayuda conseguir. Sólo hay que mirar ese cartel, hecho en la fiesta de El Vítor, para sufrir el olor y el calor que despiden los pellejos untados de pez ardiente en la noche de Mayorga.
Muchos años lleva Cristina García Rodero persiguiendo esos momentos de fiesta popular en los que se da una extraña conjunción entre lo sagrado y lo profano. Su ‘España oculta’ es un logro máximo, una radiografía profunda de la devoción entre blasfemias que se escenifica en cualquier esquina. En una de sus fotos, la que nunca me pierdo, un penitente de Semana Santa se abraza a un globo terráqueo mientras levanta la vista a una paloma que se le posa en el capirote. Al lado, un cofrade se muere de risa levantando la botella de orujo y el vaso. De fondo, uno disfrazado de romano echa un pitillo sin soltar la lanza. Qué estampa. Somos nosotros. Otras fotos traen disfraces de ritos perdidos, de penitentes arrodillados entre charcos, de toros enmaromados o playeros. Sin que nunca falte la ternura, la humanidad, la cercanía.
Tras ese inmenso proyecto García Rodero extendió su búsqueda a cualquier parte del mundo sin importarle el riesgo ni el esfuerzo. En el verano de 2022 pudimos ver en la sala de la Pasión sus imágenes de Lalibela, la ciudad sagrada de Etiopía. Siempre profunda, y técnicamente perfecta. Se lleva de la Seminci el Premio Especial a la Creación Artística, y una proyección, solo una, del documental de Carlota Nelson. Lucharemos por verlo.