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Jorge Praga

Hoy empieza todo II

Énfasis turco

Seminci – Punto de Encuentro

El mestizaje, esa palabra ante la que se están levantando defensas cada vez más altas en la Europa viejuna, ha ido dejando muestras de su riqueza en la cinematografía de bastantes países europeos. En Francia, en Inglaterra, en Alemania. La cuantiosa migración de turcos hacia la Alemania próspera de final del siglo pasado forjó cineastas de ambas culturas: Fatih Akim, del que se repone en la Seminci su mejor obra, ‘Contra la pared’. O Ilker Çatak, director de ‘La sala de profesores’. En Punto de Encuentro estrena su primer largo Türker Süer, nacido en Colonia, pero al que sus raíces empujan hacia la historia y la geografía turca.

Según contó el director en el coloquio que siguió a la proyección, el guion de ‘Edge of Night’, del que es también autor, surgió de la relación entre dos hermanos militares que se ven enfrentados por el delito de uno de ellos, estando el otro al cargo de su vigilancia. En el transcurso del viaje hacia la base militar donde será juzgado el infractor, los recuerdos de familia y las circunstancias que les alejan se pondrán a prueba, confrontado los sentimientos fraternales con la disciplina cuartelera. Pero por alguna circunstancia a Türker Süer se le ocurrió ambientar la historia en los días en que se produjo el golpe de Estado en Turquía en 2016, con lo que los hechos adquieren una dimensión política que complica la vida al espectador, pues no es película que dé demasiadas pistas. La narración es escueta, los personajes hablan poco, y solo los noticiarios de televisión fijan el marco de los hechos. Marco que nunca se aclaró del todo en Turquía, y que incluso algunos vieron como una maniobra de Erdogan para eliminar rivales.

La puesta en escena de Süer no facilita demasiado el enganche narrativo al espectador. La suya es una estética dominada por el subrayado y el énfasis. Baste el plano del comienzo, un inserto del globo ocular (¿tal vez un homenaje a su admirado Buñuel?) del protagonista que se repetirá en los planos finales. Ese ojo vigilante mira a través de un objetivo de gran angular, marca óptica de muchos de los planos de la película. A lo que se añade una iluminación tenebrista que deja amplias zonas de oscuridad. Todo ello envuelto en el silencio de los protagonistas, poco dados al diálogo explicativo. Más una música que envuelve con excesiva frecuencia el montaje. La historia fluye con dificultad, escondida tras rostros cuyo hieratismo se confunde con la frialdad disciplinaria de la jerarquía.

En el clima violento y cambiante en el que desenvuelve la película, en el que los carceleros pronto se ven esposados y los presos liberados, cabe una interpretación devenida del ciclo, casi círculo vicioso, en el que cae la película. Los fantasmas militares del comienzo siguen presentes y feroces al final, como si detrás de toda la historia de hermanos enfrentados y un país ensangrentado por un nuevo golpe de Estado hubiese un fondo inconmovible de ojos vigilantes y dominadores. Algún espectador preguntó cuánto tiempo hace falta para que un golpe de Estado se aclare, y acabó recordando el 23-F…

(publicado el 19 de octubre de 2024)

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