Al final del largo coloquio que siguió a ‘Los ilusos’ –una hora en el aire caliente de la emoción compartida- Francesco Carril, su actor principal, dijo con la mirada fija en el fondo de la sala: “En el teatro todo es efímero, dejo el papel y todo se acaba. Pero en el cine algo queda…”. Era la misma mirada que acabábamos de ver humedecerse ante las imágenes de ‘Vive l’amour’, del taiwanés Tsai Ming-liang.
Jonás Trueba ha construido ‘Los ilusos’ desde un rodaje que absorbe su vida y su pasión cinematográfica, los amigos y los actores que van siendo amigos, las calles de un Madrid golpeado por la crisis pero también efervescente y acogedor, decididamente habitable. Ha rodado con una vieja cámara de súper 16 mm., en un celuloide en blanco y negro almacenado en cajas desechadas por los fabricantes. Y se ha dejado llevar durante unos cuantos meses por un proyecto que no era proyecto, que se alimentaba de su propia energía y crecía y crecía atravesando líneas rojas con la libertad tentativa del creador: escenas que siguen antes y después del golpe de claqueta, la voz del director que se mezcla con la de los actores, repeticiones de diálogos hasta el cruce que los redondea, intertítulos, fotogramas vacíos, músicos haciendo música, el cielo de Madrid, poemas, risas, homenajes.
Amor, amor absoluto al cine, a las salas que van a cerrar, a los coleccionistas de vídeos, a los viejos VHS que ya solo valen para juegos infantiles. Amor a los ilusos que echan mano de sus ilusiones para armar quiméricas películas. Amor atrapado en esa escena de emoción suprema en que la chica, por fin rendida en los brazos inseguros de su amante, le susurra al oído: “¿Me vas a cuidar?”. Desde alguna esquina Philippe Garrel vigilaba con ‘El nacimiento del amor’.
La esquina más cercana donde prolongar el hormigueo me dejó en Moka, un bar que no se ha movido de su sitio desde que tengo uso de razón vallisoletano, con fortuna de pincho español: ‘La vaquilla’, un honesto guiso de rabo de toro con banderillas patateras, coronado por una claqueta, una más en la tarde afortunada.