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Jorge Praga

Hoy empieza todo II

Risas y oscuridad

Seminci – Punto de Encuentro. Lunes 20 de octubre

Tomislav Mrsic, el director de la croata ‘Kauboji’ (Cowboys), admite en una entrevista que su película se construye sobre una idea vista muchas veces en el cine: “Un grupo de perdedores se conocen accidentalmente e intentan dar un sentido a sus vidas”. Los perdedores viven en una desaliñada ciudad industrial, y el accidente que les junta es la presencia en un casting teatral de aficionados bajo la tutela de un director profesional que no sabe muy bien qué pinta allí. Pero lo más singular del relleno  procede del género elegido: la comedia. Una comedia que surge de forma natural por el equívoco que arrastran los aspirantes a actores, llegados a las tablas por pura casualidad. Y que se refuerza por el tema que eligen para la obra, el western. La meta tiene algo de redención, y ya sospechamos que la escena final será esa representación soñada, a la manera de ‘Full Monty’, una influencia clara.

La comedia. Qué difícil es. Requiere unos actores en estado de gracia, unos diálogos precisos, un marco narrativo que arrastre sin asfixiar. Y equilibrio, mucho equilibrio entre el fácil histrionismo y la necesaria convención del género. Tomislav Mrsic (me ahorro los imposibles acentos sobre las consonantes) apuesta fuerte con la escenificación de un western en Croacia, dando entrada a la caricatura del sheriff, al matón con poncho de Almería, al escupitajo sobre el suelo del saloon. Todo empuja hacia el estreno redentor, en un camino bacheado por desgracias y contratiempos que lastran un poco la película: cáncer del director, discusiones entre actores, abandonos, miserias varias. Pero el sentimiento, se sabe al menos desde Chaplin, es buen compañero de la risa, y si esta vuela por encima de la ternura los corazones se ablandan y los aplausos surgen con facilidad. Pregunta final: ¿cómo llegaría el ‘Black is Black’ de Los Bravos a la banda sonora?

Los protagonistas de ‘Vonarstraeti’ (La vida en una pecera) son también, de alguna manera, perdedores. Pero la situación no admite risas, y sus carencias vienen de su marginación. Estamos en Islandia en los días previos a la crisis económica que dejó al país con el culo y los bancos al aire, y aunque el dinero fluya y las fiestas con prostitutas se prodiguen, la temperatura interior de los personajes es tan fría como el clima de la isla.

Baldvin Zophoníasson (no toca la crónica de nombres fáciles) ha dirigido una película sobre un trabajado guion de varias historias que se van entrelazando entre sí, vidas cruzadas sobre un fondo gris oscuro, de noche abundante. La cuidada carpintería del montaje va desvelando sin prisas los matices de los personajes, sus cruces en un país de pocos habitantes, dibujando un tono dolorido y pesimista: el alcoholismo devorador, la empleada de la guardería prostituta de noche, y por arriba, la vida frívola y estúpida de los financieros que está a punto de toparse con la crisis. Desde el pasado llegan también tormentos muy terribles con sabor a Lars Von Trier y otros nórdicos, servidos a veces en flash-back que tardan en integrarse en la narración. Para aliviar tanta fiereza el guion salpica por aquí y por allá brotes sentimentales que no casan del todo con el resto, lo que unido a un metraje elevado y a un ritmo sin impactos deja una cierta apatía en el desarrollo global. Obra ambiciosa, de impecable factura técnica y actoral, con la oscura Islandia al fondo.

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