Seminci
Punto de Encuentro. Lunes 26 de Octubre
Josh Kim es un director coreano formado en Texas, que con un par de relatos ajenos y la experiencia de un documental sobre el sorteo con el que se decide el destino militar de los jóvenes en Tailandia, monta su primer largometraje, ‘How to Win at Checkers (Every Time)’. Vertebra el guion con ese sorteo, un sorteo de sí o no al servicio militar, tal vez parecido al de Península o África que sufrieron nuestros antepasados. Y está visto a través de los ojos de un niño, hermano de un futuro soldado, su familiar más directo y casi único, del que va recibiendo lecciones y experiencias con las que afrontar la vida, en un ambiente marcado por la homosexualidad del hermano. Un relato de aprendizaje, tal vez. No faltan los elementos dramáticos, la cercanía de la violencia, el horizonte de soledad. Lo que curte y acaba destruyendo la sonrisa de la infancia. Pero todo se ensambla con mucho azúcar, sin nervio, envuelto en una fotografía que acaricia el paisaje tailandés y el urbanismo de callejuelas y canales. Y otra vez envuelto por una música suave e innecesaria que no deja de sonar en toda la proyección. Así resulta una progresión narrativa en la que es difícil deslindar lo profundo de lo secundario, guiada en flash back por la voz del niño hecho mayor, dispuesto a afrontar su sorteo, su frontera de madurez. La película es técnicamente impecable, pero, bien pensado, eso tampoco importa tanto.
Mujeres tunecinas
Túnez, agosto de 2010. Una fecha escogida con cuidado, cuando el régimen de Ben Ali todavía se sentía fuerte, sin capacidad para percibir su inminente caída en pocos meses. En diciembre de 2010 arrancó la primavera árabe, tan esperanzadora y tan trágica en muchos países que se involucraron en ella. Túnez ha sido el que mejor parado ha salido, y esta película de Leyla Bouzid, ‘À peine j’ouvre les yeux’, habla de ese pasado inmediato y oscuro desde la nueva libertad, todavía precaria.
Una historia protagonizada por mujeres, una madre y una hija que han intentado, cada una en su tiempo de juventud, luchar contra unas costumbres que las arrinconaban. La fiereza antigua de la madre busca ahora la protección de la hija, ingenua en su búsqueda radical de la libertad. El sexo, la calle, los amigos, la cerveza, la música: todo es un problema para una joven de 18 años a la que no solo reprimen las leyes o la policía, a punto de cambiar tras la caída del régimen de Ben Ali. Lo peor, por ser mucho más ancestral, es la rigidez social con la mujer, siempre sospechosa, siempre deseada por esos hombres sudorosos que la rodean en los cafés y en las calles. Cantar en público unas letras poéticamente críticas, cantar en bares de hombres, tener amigos y libertad de horarios convierten a esa muchacha en objetivo predilecto de la policía, que tras raptarla la tortura y veja en una escena terrible por su verosimilitud. Desde nuestro país podemos recordar y entender bien ese tiempo y sus lecciones. Basta con buscar entre los viejos discos la canción de Maria del Mar Bonet: “Què volen aquesta gent/ que truquen de matinada”. No era el lechero. España, 1977, también con el franquismo recién terminado, aunque la canción era de diez años antes.
Notable película de Leyla Bouzid, con una intérprete muy joven, Baya Medhaffer, que derrama sobre la pantalla su belleza tierna y su convicción de cantante de una música hermosa y mediterránea. Túnez sale con dificultades enormes de un pasado represor, y esta película ayuda con la verdad de su cine a no olvidar, a proyectar un futuro en el que la directora y sus intérpretes configuran una hoja de ruta para la mujer tunecina.