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Jorge Praga

Hoy empieza todo II

Mujeres en combate

Seminci

Punto de Encuentro. Miércoles 28 de octubre de 2015

Mai Masri ha dejado el terreno del documental, donde llegó a ganar el premio de Tiempo de Historia en 2008, y se ha pasado a la ficción en ‘3000 layla’. Pero lo que no ha abandonado es el tema que vertebra su vida y su obra: la dificilísima existencia que arrastran los palestinos durante años y años. La directora escenifica el conflicto bastantes años atrás, alrededor de la matanza de Sabra y Chatila en 1982, y pone el objetivo de la cámara en una cárcel de delincuentes comunes a la que van a parar mujeres palestinas.

Juego de colores: las palestinas llevan en la prisión un uniforme azul, mientras que las israelitas visten como quieren. Y contraste de caracteres: risueñas y cantarinas unas, torvas y violentas las otras. El color caqui del uniforme de las funcionarias no es neutral: son las más feroces, las que con más violencia tratan a las palestinas. Es una lucha entre la represión salvaje del presente y la esperanza de un futuro encarnado por el hijo de una de las detenidas, que nace en prisión.

La película se ajusta muy bien a sus escasos medios, en el escenario de una cárcel real que con sus rejas oxidadas alude a la gran prisión en la que se sienten constreñidos los palestinos. Una cámara muy ágil corre y participa de la vida de las mujeres, y el tiempo de las tres mil noches de encierro fluye con frescura. Un problema importante que lastra la película viene de su planteamiento maniqueo. El mal solo se localiza en uno de los bandos en conflicto, repleto de mujeres abyectas que maltratan gratuitamente a las bondadosas palestinas. No, no es una obra que tienda puentes de entendimiento o simplemente de coexistencia. Su directora afirma que busca insuflar esperanza en un pueblo con tantos años de resistencia. Pero lo que precisamente han mostrado esos largos años es que nadie vencerá en ese conflicto en el que solo hay víctimas.

Una historia de marginados

Majda, la protagonista de ‘Szerdai Gyerek’, de la húngara Lili Horváth, es de esas personas que no se ponen el cinturón de seguridad en los coches. Por fastidiar, por rebelarse. Se crio en un orfanato, conoció allí a su futuro novio, tuvo un hijo con él que acabó en el mismo orfanato que sus padres, y va dando tumbos por la vida, soñando con recuperar a su hijo, reencontrándose con su novio al que le une un lazo enfermizo de sumisión. Cuando la película se ocupa de ella está en un tiempo que promete cambios. Tal vez pueda  montar una lavandería en una cooperativa, tal vez le concedan un microcrédito, tal vez recupere la custodia del hijo, tal vez conozca otro amor y se aleje de su nefasto novio.

Demasiados frentes para un guion que la película se toma con parsimonia, sin una progresión dramática que enganche al espectador. No se sabe muy bien cuál es el centro de la obra, ni su camino. La protagonista alterna su faceta de mujer criada en la calle con otras más tiernas y esperanzadoras. Su cara vale para todo, una cara demasiado bonita para su origen, aunque tenga atractivo y gancho; no tiene el acierto del actor que interpreta al novio, imponente con su cara de armario y su cuerpo de bruto. Un final inesperado y traumático tampoco ayuda al aplauso final.

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