Miguel de Cervantes se trasladó a Valladolid con la cincuentena bien apurada; una edad que, para la época, dejaba pocos restos de vida. Aquí despegó su obra, corta y de escasa fama hasta que se instaló cerca de un ramal del Esgueva. Manoel de Oliveira llegó a la Seminci en 1980 para presentar ‘Amor de perdición’. Había sobrepasado los setenta y parecía cerrar su filmografía de media docena de largometrajes. Y sin embargo, para ambos ese paso por Valladolid dio lugar a la etapa más fructífera de su vida. Cervantes publicó en la década siguiente las dos partes del Quijote, además de las Novelas ejemplares y el Persiles. Oliveira se metió en una vida nueva de producción casi anual, hasta completar una treintena de largometrajes y fallecer a los 106 años.
Hoy vuelven los dos a Valladolid. Oliveira con su última película, el cortometraje ‘O Velho do Restelo’, Cervantes cediéndole al protagonista de su novela universal. Es el primer libro del que guarda conciencia el cineasta portugués, contemplado en la casa de sus tías de Oporto: “Es allí donde hojeé por primera vez un gran libro, Don Quijote, ilustrado por Gustave Doré. Yo no leía todavía, pero mi tía Aurora me contaba las aventuras, y yo estaba muy atraído por los grabados”. La portada de este gastado ejemplar abre la película de Oliveira, un cortometraje en el que el cineasta portugués, sintiendo la muerte cerca, se reúne con sus allegados. Sin moverse de su casa convoca a Luis de Camoens, el poeta portugués que hizo un sitio en ‘Los Lusíadas’ para cantar la vanagloria del mando y del triunfo. A Camilo Castelo Branco, de quien adaptó varias novelas. Al melancólico poeta Teixeira de Pascoaes. Y a Don Quijote, moviéndose con su armadura por el jardín de la casa de Manoel de Oliveira. Los cuatro conversan sobre la historia paralela de los fracasos de España y Portugal, sentados en un banco del jardín, con las imágenes de fondo de otras películas del cineasta. Antes de cerrar su obra y su vida, dedica el último plano al libro cervantino.
Y hoy retornan los dos a Valladolid, la ciudad que fue quicio de su obra a destiempo.
(de Caro Diario)