Aplausos, pateos, incluso el silencio indiferente. Con esas armas se manifiesta el público al acabar cada proyección, rompiendo la costumbre de opinión reservada que cada espectador se guarda en una proyección normal. Estamos en un festival, y hay que juzgar, y atender juicios, y opinar en voz más alta que baja.
Esa piel hacia fuera se convirtió en la proyección de ‘Libre te quiero’ en una verdadera riada colectiva urdida en adentros ciudadanos. Se marchaba la última escena de la película de Basilio Martín Patino con unos fuegos virtuales dejando puntos suspensivos en el cielo de Madrid, y nada más virar la pantalla a negro la gente que poblaba el teatro Zorrilla estalló en una ovación imparable que siguió cuando se encendieron las luces, y siguió y siguió. Martín Patino se levantó de las primeras filas, se volvió al público, caminó un poco por el pasillo abrazado a su bastón sin saber qué hacer con tanto fervor, la gente puesta en pie. Una mujer delante de mí lloraba y reía sin dejar de dar palmas. Basilio se fue en busca de Amancio Prada, le sacó del asiento, pero todos seguían aplaudiéndole a él, dándole bravos con la emoción aumentando más y más. Qué electricidad recorría la sala. Basilio pudo por fin decir unas palabras, pocas y serenas, y Amancio Prada entonó con grandeza ‘Libre te quiero’. Solo faltó, como recordó el cantautor, que Agustín García Calvo, autor del poema original, se hiciese presente entre el público extasiado. Y cuando Amancio acabó y se bajó del escenario nadie se movía, aquello era una parálisis digna de ‘El ángel exterminador’.
Qué misterio guiará el montaje de Basilio, cómo lo ha hecho con esas imágenes tantas veces vistas, qué tendrá el 15-M en la Puertadel Sol. Hay momentos de una emoción que todavía no se me ha ido de la garganta: los manifestantes tirando aviones de papel a los policías, sus botazas negras moviéndose entre los delicados artefactos. O el intento de volver a entrar en la plaza, una melé de rugby entre la multitud que empuja y los uniformados que la contrarrestan, casi una fusión amorosa. Ay, si empujaran, si empujáramos en el mismo sentido.