SEMINCI. Caro Diario
Las salas de la Seminci cambian tan lentamente que casi no se advierte de un año a otro. Una edición trae la novedad silenciosa de reabrir el Carrión, o ir hasta el LAVA, o meterte en el Miguel Delibes con la orquesta. No sé si llegará algún día la recuperación del teatro Lope de Vega, que me saluda con tristeza desde sus puertas cerradas. Este año una sala nueva se coló en las obligaciones de semanista, la sala FUNDOS. Despiste de nombres hasta que el buscador digital me señaló su ubicación. No es posible, me dije. Y menos llamándose FUNDOS, dónde irían por ese nombre (luego supe que no era más que la nueva marca para el inmenso patrimonio dejado por las Cajas de Ahorro tras su disolución).
Entro en el vestíbulo de lo que fue Caja de Ahorros, en Fuente Dorada. Bajo las escaleras en busca de una sesión semincera, pero una barrera me lo impide. Es la barrera amasada por muchos gozos cinéfilos que el nuevo nombre no puede borrar. Debo detenerme, parar el tiempo del festival, y dejar que retornen los fantasmas. Durante un cuarto de siglo aquí se proyectaron películas cada semana, se redondearon ciclos, se impartieron enseñanzas y divertimentos. La Filmoteca auspiciada por la Caja, bajo la dirección de Luis Martín Arias y Pedro Sáinz Guerra, nos anunciaba cada poco por las calles, con aquellos carteles tan especiales de Pedro, un ciclo de Hitchcock, o de John Ford, o de cine fantástico. ¿Doscientos ciclos, tal vez? En la sala hojeábamos ‘Escritos’, dejando para más tarde (se necesitaba una mente con hambre de teoría del cine) el texto de Luis Martín Arias. Y también había tiempo para espectadores adolescentes en el apartado de Moviola, e infantiles con Cinematógrafo. Seguro que algún lector conserva la chispa encendida por esas actividades.
De cuando en cuando se le ocurre a algún Director General la idea de buscarle al cine un hueco en la enseñanza. Y hasta organiza una mesa redonda con expertos, en la Seminci si es posible. Ese lugar de encuentro y docencia existió sin que los altos cargos se percataran; estoy bajando las escaleras de su sede. Y para adultos, jubilados, chavales y niños. Se cerró hace diez años. Y lo evoco con emoción y agradecimiento.