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jorgepraga

Hoy empieza todo

El cine que no vemos

Transcurre en estos días la Muestra de cine europeo Ciudad de Segovia, un festival de los 233 que anualmente se celebran en nuestro país, según cómputo del Ministerio de Cultura. Es una cifra apabullante que gasta una cantidad considerable de subvenciones (las entradas en el festival mentado cuestan 1 €, a ver cómo cuadran las cuentas), y que ha llevado a Ignasi Guardans, director del ICAA en el Ministerio, a prometer vigilancia, celo y estrecheces en el futuro inmediato. Y también es una cifra engañosa, pues parece que los festivales son la punta de lanza de una exhibición plural y floreciente, respaldada por la taquilla cotidiana, cuando los números cantan una situación bien contraria: pocos espectadores, y cartelera monotemática, ligada a éxitos seguros y caminos trillados.
Este festival de Segovia trae, como todos, un número indigerible de películas, unas 80, en varios ciclos, completados con talleres, concursos y conferencias. Una semana especial, a la que le seguirán cincuenta y una normales, muy normales. Lo que me llama la atención y quiero subir a estas líneas, es el ciclo que nombra el festival, un conjunto de treinta y tantas películas europeas de 2008 y 2009, seleccionadas con el respaldo previo de distinciones en las academias de su país o en otros festivales. Es de lo mejor de los países de nuestro ámbito, con los que compartimos moneda, política y cultura, y sin embargo… apenas si suenan alguno de los nombres, apenas si llegan a nuestras carteleras. Leyendo con atención la lista, encuentro una película estrenada en Valladolid, La teta asustada, de Claudio Llosa, otras dos que pasaron por la Seminci y cuyo estreno está previsto en las próximas fechas, Buscando a Eric, de Ken Loach y El erizo, de Mona Achache, y poco más. Algún nombre suena, o es conocido, como el veteranísimo polaco Jerzy Skolimowski, el francés François Ozon o el italiano Michele Placido. La sesión de apertura contó con La cinta blanca, de Michael Haneke, ganadora en Cannes. Pero las demás, inglesas, italianas, alemanas, francesas, portuguesas, y también croatas, húngaras, rumanas, eslovacas, búlgaras, griegas… no las veremos salvo que vayamos estos días a Segovia, y los nombres de sus directores seguirán sin decirnos nada de nada.
Así funciona la distribución en nuestro país, dejando en el total olvido la mayoría de la producción europea. En niveles comerciales tal vez la situación ha sido siempre más o menos como es hoy, pero hace un par de décadas había otros canales (salas de arte y ensayo, cine-clubs) que te permitían estar al tanto de la actualidad cinematográfica, sin necesidad de ir viajando de festival en festival, única e imposible vía en la actualidad. Y para los aficionados al cine esta pérdida es dolorosa, y nunca subsanable por la rutinaria cartelera. Un ejemplo final: el año pasado, no sé por qué coyunturas, llegaron a los cines de nuestra ciudad tres películas francesas del momento: Las horas del verano, de Olivier Assayas, La cuestión humana, de Nicolas Klotz, y Un cuento de Navidad, de Arnaud Desplechin. Con ellas supimos de la valía actual del cine francés. Y también agrandaron la sospecha de que muchas joyas se quedan sin visitarnos. Una pena.

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