No era rey, pero estaba
dispuesto a cambiar su
fe para acceder al trono.
Enrique IV de Francia
dio hace más de cuatrocientos años
una lección de realismo político al
abrazar el catolicismo en perjuicio
del calvinismo para conseguir la corona
francesa. Entonces pronunció
aquello de ‘París bien vale una misa’,
una declaración de pragmatismo
que cientos de líderes políticos y
sociales –y no pocas personas anónimas–,
han seguido a lo largo de
estos cuatro siglos. Elmonarca francés
se fijó un objetivo: ganarse el
favor del pueblo. Y en eso están ya
los políticos segovianos. Se ve todo
desde la Canaleja, vaya, como en
cualquiera de esos extraordinarios
días fríos y soleados que nos regala
esta tierra.
Y desde la Canaleja también se
ve la cumbre de Siete picos, que en
la política municipal, por ahora, se
queda solo en cuatro, que es el número
de candidatos conocidos al sillón
de alcalde. PedroArahuetes fue
el primero en anunciar su intención
de presentarse, en este caso a
la reelección, en el pico del PSOE;
el veterano LuisPeñalosa se convirtió
en el siguiente en escalar un
pico, esta vez de IU y, para sorpresa
de la mayoría, el codiciado pico
del PP no lo conquistó Beatriz Escudero,
sino el empresario Jesús
Postigo, nuevo en estas lides, aunque
con bagaje en el ámbito público
después de su paso durante un
decenio por la Cámara de Comercio.
El cuarto pico es para una mujer,
también debutante y desconocida
para la opinión pública; es Luciana
Miguel, joven y médico forense
en la ciudad, con un brillante currículum
académico, y que, por
edad, podría ser la hija de cualquiera
de sus adversarios.
Mientras, los otros tres picos esperan
su alpinista. El imprevisible
Javier Giráldez, su ASí y sus divertidas
‘giraldadas’; Segovia de Izquierdas,
si antes no se entiende con IU,
y los ecologistas, con varias facciones.
Los tres, en principio, ‘outsiders’,
aunque con el valor de restar
votos a izquierda y derecha, en una
especie de fondo de comercio pequeño,
pero apreciado por los grandes
partidos.
Todos –los ya postulados y los
aún desconocidos candidatos– quieren
imitar el pragmatismo de Enrique
IV, una actitud que vende bien
en estos tiempos donde la economía
es la estrella en los foros de opinión
y seguramente, en unos meses,
en los programas electorales.
Solo tienen que cambiar el nombre
de la ciudad, París por Segovia, y la
misa por el esfuerzo de escalar uno
de los picos que se contemplan desde
la Canaleja, dirigirse luego por
la Calle Real para llegar a la Plaza
Mayor y ser el inquilino de la Casa
Consistorial, esa cuyo arrendamiento
es muy codiciado.