Dice mi buen amigo y maestro Luis Martín, ahora director de Punto Radio y con decenas de años a sus espaldas en la ingrata labor en los medios de una pequeña provincia, que tanta tecnología y tantas iniciativas para tener al final que recurrir al retrovisor. Así lo hacemos en El Norte con las secciones ‘Una cita con la Historia’ y ‘Crónicas retrospectivas’ y así también lo hace Castilla y León Televisión con su programa ‘20+2’.
Desde 1989 acumula el canal –conocido popularmente como Televisión Segovia, aunque su nomenclatura sea ahora otra– miles de recuerdos de la última década del siglo XX y de la primera del presente. Ahora pone en marcha de nuevo el retrovisor, que presentó en público el miércoles en una proyección de imágenes que congregó a casi toda la profesión periodística local y a un buen número de políticos. En el acto, conducido por el director en Segovia de la emisora de televisión, César Gómez, y la periodista Mariví Domínguez, estuvieron los que ahora son en la tele y algunos de los que fueron hasta hace poco, como Yolanda Fernández o Begoña Rincón.
Las risas resonaron en la sala Caja Segovia, con imágenes impactantes como la del presidente de la entidad de ahorro, Atilano Soto, en un curioso discurso en su línea de utilización extaordinaria, aunque algo barroca, del lenguaje, en presencia de Don Juan de Borbón o vestido con una cinta en el pelo a lo tortuga ninja mientras portaba la antorcha olímpica en 1992. No faltaron en el video unos imberbes Marcelo Galindo, Chicho Martínez o Antonio de Torre, a quienes el paso del tiempo, como a todos, ha dejado las lógicas secuelas. Son cosas de la edad, como lo son del trabajo, de la inmediatez, las imágenes reunidas en un vídeo de tomas falsas. Este casi lo despedía Luis Martín, muchos años director de Televisión Segovia, con una crónica en la que le afloraba la risa.
Puestos a utilizar el retrovisor y su consuelo, seguro que la feria inmobiliaria que concluye hoy mira a través de él para añorar tiempos mejores para el sector. A pesar de la crisis, el certamen ha crecido y se revela como un buen sistema para tratar de paliar la atonía en la compraventa de viviendas. El hotel Santana acoge la feria, que organiza la empresa Calvo y Cortés, que vivió un acto de inauguración dirigido por Carlos Calvo, en el que tuvieron un papel protagonista el presidente de la patronal de la construcción, Tomás Rivilla, y el ya por muy poco tiempo alcalde Palazuelos de Eresma, Domingo Asenjo.
Si la televisión recurre a la melancolía y el sector del ladrillo espera volver a renacer, la nostalgia también me llega. Me explico: cuando lean esto mis hijas pequeñas, las mellizas Candela y Olivia, habrán tomado ayer la Primera Comunión en el colegio Madres Concepcionistas. La vista de niños de marinero, de niñas-princesas, de familias alegres, emocionadas, me recordará aquella experiencia hace ya muchos, muchos años. Mi hermano Cuchi y yo fuimos vestidos de marineros con un problema durante todo el día: solo teníamos un silbato, lo mejor del traje, y fuimos turnándonos para tocarlo. Luego, por la tarde, nos escapamos de la fiesta familiar para ir los dos en la misma bicicleta y regresamos a casa como el anuncio aquel de un detergente; ya no éramos marineros de meseta, sino auténticos negros, dignos de formar parte de una de esas tripulaciones piratas de Somalia.
A mis hijas no se lo he contado, para que no quieran emularnos, que seguro que hubieran deseado romper el protocolo. Mi pequeña Candelita pasará un rato extraño pero divertido –«porque así vestida parezco buena y que será de mi reputación», me espetó un día con esos ojos tan abiertos que se comen el mundo– y la dulce princesa Oti, que así la llamamos, disfrutará con su vestido y lucirá esa amplia sonrisa de buena niña. Perdonen que me ponga cursi, pero si las conocieran, lo comprenderían