Es ya un lugar común y un hecho cierto que España ha vuelto a los tiempos de la emigración, esos que veíamos en blanco y negro y que despoblaron el medio rural hace medio siglo. Y todo porque la crisis del mercado laboral ha dejado la inmensa mayoría de los sectores económicos temblando.
Un ejemplo: una encuesta del Sindicato de Arquitectos entre 800 profesionales desvela que tres de cada cuatro se están plantenado dejar el país para buscar trabajo fuera de nuestras fronteras; el mismo sondeo añade un dato que pasa de la mera intención a la ejecución: el 18% ya iniciado una andadura profesional lejos de la castigada España. Y aún más, como a mediados del siglo pasado, el destino preferido para estos emigrantes con formación de lujo sería Alemania y dos de cada tres dicen que, si tomaran la decisión, esta no sería con plazo de retorno, sino que no se pondrían límite de tiempo para volver.
Son los arquitectos, pero si se realizara un estudio parecido en otras profesiones me temo que el resultado sería tan descorazonador como en este caso. No sé quién habrá inventado este sistema en el que los jóvenes españoles han de emigrar y recibimos millones de personas de fuera, en un país que es al tiempo de emigrantes y de inmigrantes, en un juego de ida y vuelta que terminará convirtiéndonos en irascibles y tristes por tener que irnos y desconfiados con los que vienen de otros lugares.
Pero quienes se alejaron hace años de Segovia y supongo que con incertidumbre ahora regresan para ser reconocidos por la sociedad que les vio marchar. Son empresarios que han logrado el éxito fuera de los límites provinciales y que protagonizan un programa de Castilla y León Televisión en Segovia, que dirige César Gómez. La idea, que cumple su segunda edición, se llama ‘Segovianos con proyección’ y en esta ocasión dará a conocer la vida de Justino Delgado, Pilar González de Frutos, Antonio Moreno, Benito Tejedor, Alfonso Encinas y Damián Montarelo.
Desde un almacén que vende cabello humano hasta otra instalación que comercializa cosméticos; también hay quien posee un restaurante en la capital de Ecuador o centros de atención a la dependencia en Valencia; o se dedica a los piensos compuestos en Sevilla o a los seguros. Todos tuvieron y tienen éxito empresarial y a todos les tira la tierra que les vio nacer y que hubieron de abandonar para buscar no sé si una vida mejor, pero sí diferente a la que preveían entre la sierra, los pinares o en el llano.
Aquellos se fueron para volver como triunfadores y otros triunfan en casa. Son los ganadores de los concursos de coctelería y camareros de sala, Enrique Durán y Luis de Miguel, segovianos que no se han visto obligados a emigrar porque trabajan en un sector en el que el temido desempleo ha golpeado con menos fuerza que en otros. El turismo y la hostelería sobreviven –con sus dificultades, que la dicha nunca es completa– y empresas e instituciones lo saben y apuestan por la promoción de certámenes de este tipo, que para lo poco que se salva en la maltrecha economía no sería razonable mirar para otro lado.
Y para otro lado no se debe mirar para no ver el movimiento social que ha nacido y que tendrá la fecha de caducidad que tenga, si es que la tiene, pero que merece una reflexión, esa misma que habrán realizado muchos de ustedes ante la cita electoral de hoy. La previsión es que todos los participantes digan que han ganado. Ojalá que los ciudadanos, también.