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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Héroes de nuestro tiempo

Segovia se despereza después de una semana intensa. El despertar ha sido brusco en algunos casos, dulce en otros, pero siempre con la resaca de unas jornadas de emociones que han podido cambiar el destino de la ciudad. El éxito en el deporte atenúa la decepción por la no designación de la ciudad en la carrera de la Capitalidad Cultural Europea de 2016, aunque deberá pasar tiempo para enjugar las lágrimas y olvidar esa sensación de lo que pudo ser y no fue, ese sentimiento de haber tocado con la yema de los dedos la luna, pero no haberla atrapado.
Decía hace una semana que nadie se atrevía a dar un argumento definitivo sobre las razones que podían llevar al jurado a inclinarse por una de las seis ciudades que competían por la nominación. Y vaya si así fue, porque la sorpresa al saberse el nombre de la ganadora dejó helado el corazón de quienes se acercaron a Madrid a vivir en directo el acontecimiento. Helados, sí, en una jornada de intenso calor –que siempre se multiplica en la capital madrileña–, pero no solo los segovianos, sino también quienes aspiraban al mismo sueño, los otros finalistas, que anhelaban ver a su ciudad convertida en un gran zoco cultural que les sacara de esta maldita atonía que nos envuelve.
Ver como mantuvieron el tipo los componentes de la delegación segoviana te reconcilia con la capacidad del ser humano para sufrir sin ser visto y levantarse ante la adversidad. La cara de Clara Luquero, sus palabras templadas; la de Pedro Arahuetes, desencantado con lo ocurrido, pero firme en la convicción de que se habían hecho las cosas bien; la de Fernando Ortiz, dando ánimo; la de mi compañero de redacción César Blanco, entregado a la causa desde el primer momento; la de la periodista de Punto Radio, Elena Rubio, enfundada en una camiseta con el logotipo de la candidatura; o, el rostro de la directora de la oficina Segovia 2016, Nuria Preciado, y su equipo, con su ánimo para continuar en la lucha para que Segovia no pierda una de sus grandes fortalezas, la cultura, acreditan que un revés –terrible, por supuesto– no puede condicionar las ganas de ganar el futuro.
Ya se nos ocurrirá algo, seguro, para canalizar esa unión de la ciudadanía, que es un tesoro que debemos defender entre todos con perseverancia y tenacidad para cambiar así una tierra individualista y pesimista. Hay que agitar lo que hemos descubierto: que con poco se puede hacer mucho y que con un objetivo común podemos vencer nuestros temores y dejar de ser pusilánimes con todo lo que nos suene a realizar algo en conjunto.
Dos días antes, a cientos de kilómetros, las lágrimas también se deslizaron por la cara de unos jóvenes, los jugadores del Caja Segovia, que han peleado por un sueño que parecía inalcanzable, pero que igualmente han llegado a tocar con la punta de los dedos. Y lágrimas, pero de alegría, corrieron en Logroño, donde la Gimnástica Segoviana consiguió abandonar el largo túnel de la Tercera División, por segunda vez en sus 83 años de historia. El veterano portero David Durán, el aguerrido en mil batallas José Antonio Minguela o el entrañable utillero Josito no pudieron disimular su emoción después de tantos años de penurias, sinsabores y miedo a lo peor.
Son héroes de nuestro tiempo, de ese que no volverá y que debemos vivir con intensidad. Así lo hemos hecho muchos esta semana, que en la pequeña y gran intrahistoria de Segovia quedará marcada para siempre.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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