En cada cita electoral, siempre hay algún locutor de radio, presentador de televisión o reportero de periódico que anuncia con voz grave o con palabras grandilocuentes que estamos ante ‘la fiesta de la democracia’. Sí, así, como el que no quiere asumir que la gente hace guasa cuando oye o lee un lugar común, algunos ya veteranos como ‘marco incomparable’ y otros más recientes, pero no por ello menos cargantes, como ‘la puesta en valor de…’. Pero claro, dicho con solemnidad, todo parece importante, aunque sea una vulgaridad.
Pues no sé si fiesta de la democracia, pero sí fiesta política, fue la constitución de la Diputación el pasado martes. Buenas caras, ni un atisbo de tensión y todo en contraposición a la formación del Ayuntamiento de la ciudad hace ya un mes. Asistí a ambos actos y la fiesta fue muy diferente. Si al constituirse la Corporación municipal la posibilidad, aunque remota, de sorpresa flotaba en el ambiente –a pesar del anuncio de pacto entre PSOE e IU–, en la toma de posesión de los nuevos diputados provinciales la atmósfera que se respiraba era de sosiego. Y todo gracias a Javier Santamaría, el presidente saliente, que hasta el último minuto transmitió aplomo institucional. Su sustituto, Francisco Vázquez, también contribuyó a tener la fiesta en paz, porque como su predecesor contagia serenidad.
Ni la falta de designación del equipo de gobierno y de las responsabilidades de cada uno truncó la calma que se vivió –y se vive– en el palacio de la calle San Agustín. Vázquez continúa con su forma de trabajar, en la que prima cumplir los plazos y no contar ni a su mano izquierda lo que va a hacer con la derecha. Tanto es así que cuando este diario desveló hace ya unos meses que iba a ser el próximo presidente de la Diputación, cuenta que su madre le preguntó sobre el asunto y le dijo que no había nada de eso, a lo que aquella le espetó que «es verdad porque lo dice el periódico». Vázquez me lo contó en su día entre risas y llegó a la conclusión de que su propia madre creía más al periódico que a él mismo. Ironías de la vida. Y la madre del ya responsable de la institución provincial pudo comprobar en persona el martes que la información se cumplió y que un hijo es un hijo y un periódico es un periódico.
Fiesta, también, pero del fútbol y permanente se vive en la Gimnástica Segoviana desde que consiguió el ascenso a Segunda División B. Y vaya si la hubo el jueves en La Albuera con el primer partido amistoso desde la hazaña. El rival, el Atlético de Madrid, era de los que se ven pocas veces en este estadio y los aficionados –que por lo que se vio son muchos– no dejaron escapar la oportunidad. Lleno en las gradas, que ojalá sea premonitorio de lo que ocurrirá en el campeonato de liga, aunque el club seguro que se conforma con la mitad de las tres mil almas que vieron el partido. Y para que la fiesta sea completa, El Norte regala el carné de socio a quien se suscriba al diario, en una campaña con una frase muy nuestra: ‘Segoviana, cuánto te quiero’. Seguro que la madre de Paco Vázquez –y muchos más– nos cree, porque cuando las cosas se hacen con cariño salen y saben mejor.
A la fiesta política y a la deportiva, se suman estos días los auténticos clásicos del verano: los festivales de música. El del Real Sitio ha empezado con vigor y promete recorrido, como el itinerario delicioso que seguro tendrá el festival de Segovia. Son circunstancias de ahora, afortunadamente muy distintas a las que vivieron nuestros abuelos en el terrible julio de 1936, del que se cumplen 75 años. A aquella macabra fiesta los organizadores invitaron a todos, pero a la fuerza.