Pasan los años de democracia y lejos de ganar en tolerancia, hay algunos que retroceden de forma escandalosa. Es una lástima ver y, sobre todo, oir opiniones que, aunque se disfracen de revolución, son involución pura y dura. Dirán que qué mosca me ha picado, que si el sol de verano me ha hecho perder la moderación, el necesario sosiego para escribir en un periódico con más de siglo y medio de vida, de mucha vida.
Me explico. Estoy envenenado por la falta de respeto a las cosas simples e inocuas, a quienes no pueden defenderse y a nuestra infancia, a lo que guardamos en la memoria con placer, esperando el momento de transmitírselo a nuestros nietos. Seguirán diciendo que si prosigo con este encono, tendrán que poner en entredicho mi temple. Pero lean esto y quizá se sumen a mi indignación.
Hace un tiempo, jugaba en una máquina bastante vieja en un bar segoviano, un bar por cierto con mucho encanto y cuyo nombre deducirán inmediatamente quienes me conocen y saben de mis costumbres. Allí, dándole al trivial en la máquina, tras depositar un bendito euro para obtener tres créditos, precisamente no daba crédito a lo que veían mis ojos. A la pregunta de cómo se llama un personaje del cómic español que es “miope y facha”, entre las tres opciones venía Rompetechos, ese entrañable señor pequeñajo, calvo, con gafas y traje negro. Brutal, espeluznante, sin duda un hito en la historia de la ofensa por la ofensa.
Rompetechos, que es capaz de confundir una señal de tráfico con un cigarrillo, es miope, sí, pero para facha quien puso ese enunciado en la pregunta de la máquina de trivial. Y también no sé si miope, pero corto de miras, desde luego. Afortunadamente, supongo que el artista, intelectual o técnico de no sé qué extraña ingeniería que escribió eso no habrá reparado en que hay más personajes de las historietas españolas de humor blanco susceptibles de calificar con tanto tino, porque me imagino de todo y me pongo en lo peor.
Ya le veo preguntando qué revista era famosa por unos “grandes inventos” propios de los nazis para referirse al TBO. O ¿qué barbaridad se le podría ocurrir para hablar de El Capitán Trueno o el Jabato? Imaginen lo de machistas, lo primero, y violentos fascistas, como postre. Y no creo que se atreviera el susodicho a definir de ese modo en Estados Unidos a Superman o el Capitán América, porque posiblemente pasaría a formar parte de las listas del paro y de la reprobación social. Pero esto es España, el paraíso para ofender de forma gratuita.
¿Y qué diría del abuelo Cebolleta? Viejo pesado que cuenta historias fascistoides, como la simpática Abuelita Paz, otra que tal baila. ¿Y de Anacleto, agente secreto y Mortadelo y Filemón? Seguro que nada bueno. ¿Y de Carpanta y el pollo asado con el que soñaba todas las noches? Aquí arremetería contra el creador por frivolizar con la hambruna y la desesperación. En el caso de Pepe Gotera y Otilio o del Botones Sacarino esgrimiría aquello de la explotación de los trabajadores y de los nobles oficios.
Podría seguir pero no quiero que me tomen por un miope que no alcanza a ver lo que a ustedes realmente les importa y que seguro que no es Rompetechos; y tampoco por un facha, en la acepción de nostálgico.
Pero es la última Canaleja hasta septiembre y prefiero frivolizar sobre un desconocido que escribe tonterías, que afrontar la cruda realidad que nos espera. Al menos hasta la vuelta, que haya tregua.