Todos necesitamos héroes, ya sean con mayúsculas y lejanos o próximos y caseros. Pero héroes, al fin y al cabo. Uno escudriña en sus recuerdos para buscarlos, porque ahora está complicado tener una referencia con el proceso general de desmontaje de mitos que aplicamos en esta sociedad tan descreída. Miren, busquen y seguro que hallan alguien o algo que alguna vez les emocionó, tanto de ficción como de carne y hueso, que todo es válido cuando se trata de pensar en asuntos agradables.
El mío, de niño –y aún hoy, que el espíritu de Peter Pan nunca vuela y si no lo creen, pregunten al concejal rockero Javier Arranz– era y es Tom Sawyer, el personaje de Mark Twain, en el que me gustaría reencarnarme, si esta petición es posible. Sus novelas, con santos incluidos, forman parte de mi infancia, como los goles de Gárate, Irureta o Luis Aragonés o las canicas, las chapas y los indios y soldados americanos. Y con él, sus personajes secundarios como la estricta pero bondadosa tía Polly, el amigo del alma Huckleberry Finn o el malvado indio Joe. Seguro que ustedes los recuerdan a todos y, de lo contrario, relean las aventuras de Tom, tan frescas pese al paso del tiempo y a la vez tan aleccionadoras, con la defensa de valores universales como la amistad, la justica o la generosidad, cosas que ahora están en muchas ocasiones seriamente relegadas y amenazadas.
De sus travesuras, numerosas y geniales, me quedo con la escapada al río con sus amigos. Dados por muertos se organiza su funeral y ellos irrumpen en la iglesia ante el susto y posterior alegría de todos. Me impresionó el episodio y entonces muchas veces pensaba que me gustaría, como Tom, observar mi propio funeral e interrumpirlo, claro. Sería señal de que estoy vivo, reflexionaba. Ahora, uno ha dejado fantasías y desgraciadamente para la imaginación piensa más en lo tangible, en lo terrenal, que en quimeras. Aún así a algunos se les cumple el suceso de Tom, como a un brasileño del que leí hace unos días que entró en su propio velatorio, en una de esas noticias que nunca sabes si son ciertas o se exageran para conseguir una buena audiencia en el todopoderoso internet. Sus familiares y amigos ya tienen un héroe, como yo a Tom. Pero al tiempo tienen un villano por no dar señales de vida; y nunca mejor dicho.
Ya ven que todos necesitamos modelos en quienes fijarnos y también malvados en quienes descargar odios. Ejemplo tenemos candente y cercano con Caja Segovia, otrora llena de héroes próximos, ahora convertidos en rufianes. El pueblo les ha señalado con el dedo acusador de ser causantes de todos los males que nos aquejan. Y aunque hayan tomado el mismo camino que miles en esta España de jarana y subvención, con el cobro de indemnizaciones por dejar de trabajar, ellos son distintos porque era nuestra caja, la de todos. Así, no es lo mismo que usted deje su empresa, le paguen por hacerlo –algo que algún día veremos desaparecer por falta de parné y por absurdo– y se vaya a su casa a gozar con media vida por delante, que lo haga un tipo que operaba bajo las siglas de la hucha y el acueducto. Que no, que no es igual, le dirán. Que el dinero no tiene el mismo color, que aquí hay blancos y negros y la soberanía popular ha sentenciado: de venerados a vilipendiados, de héroes a granujas.