Lo ocurrido y lo que está por ocurrir en la extinta Caja Segovia alimenta teorías y consecuentes soluciones de toda índole. Desde quien reclama que se investigue, que se judicialice cada paso que se dió en los últimos tiempos de la desaparecida entidad y que se emplee mano dura, hasta quien comprende una situación que ha sido y es mal de todos y que las circunstancias generales han abocado a la caja a su muerte, como a todas las entidades de ahorro del país; que aquí no somos diferentes y en la quiebra general del sistema la aportación de nuestra caja ha sido un granito en un desierto lleno de arena.
Entre esos dos extremos, navegan teorías más o menos inclinadas a uno u otro lado. Y una de ellas creo que resume no sé si lo sucedido, pero sí lo que puede suceder: que sin cadáver no hay delito. Lo dice un amigo mío y bautiza el argumento como ‘teoría Marta del Castillo’, esa joven, ya saben, que desapareció y cuyos más que probables autores o cómplices de su muerte se aferran a que si no se halla el cuerpo es difícil probarlo.
Pues en Caja Segovia, es evidente que ha habido un crimen, que alguien o algo sobrenatural –que excusas hay siempre y a veces de lo más absurdas– se ha llevado por delante una entidad con casi siglo y medio de historia y que la víctima, rica y famosa, no es cualquiera y el móvil es irrefutable: el dinero. En la manera de cometerlo ha habido ensañamiento, se ha despedazado el cuerpo en varios trozos en forma de hipoteca y el arma utilizada ha sido abyecta, ganándose la confianza del entorno de la víctima, que no es otro que los miles de segovianos, impositores o no, que consideraban a la difunta como algo suyo y muy suyo.
Ni rastro del cadáver, entonces; y agarrado a eso están los supuestos autores. Nada se puede demostrar. Y sin los restos mortales no hay ser humano que tenga la osadía de acusar a nadie. No hay certeza de que alguien haya perpetrado un delito, porque el cadáver no aparece. Y claro aquí llega la consecuencia fundamental de esta teoría: se han borrado las pruebas para que el crimen nunca se resuelva. ¿Y cómo? Tan fácil o tan complicado como integrarlo en más crímenes, los de las demás cajas, para que nadie se fije en el nuestro y se pierda en la amplitud del genocidio de las entidades de ahorro, esas que han acompañado a generaciones de españoles y que un día quisieron ser princesas de otros principados que no fueran las cartillas y las obras sociales y culturales.
El crimen además es más espeluznante si se tiene en cuenta que no solo no conformes con acabar con la entidad se han empeñado en dejar unas enormes deudas, y nunca mejor dicho, a sus deudos, porque el saqueo fue incompleto. Los herederos tratan de rehacer su vida, pero lo tienen muy complicado porque el pasivo supera a lo que quedó en la caja fuerte que no pudieron abrir el día de autos. Ahora les toca vender lo que no se pudieron llevar, aunque las cargas financieras y las trabas administrativas dificultarán la operación.
No obstante, no hay crimen perfecto y a esa esperanza nos agarramos para que se haga justicia; a esa fe y a ese consuelo nos asimos aunque ya ni nada ni nadie podrá devolvernos a la víctima, ni resarcinos de este daño social y económico irreparable a una tierra que no está muy sobrada de recursos. Al menos trataremos de honrar a la difunta con el recuerdo de los buenos momentos. El cádaver lo han hecho desaparecer y el delito es difícil de acreditar, pero los autores algún día cometerán un error y el crimen se resolverá. Y ojalá lo contemos.