Anda revuelta la ciudad a propósito del proyecto de palacio de congresos. Y eso me encanta, que el ciudadano y los colectivos en los que se integra opinemos sobre una decisión política, sobre algo que nos atañe porque se trata de la utilización de nuestros dineros. Estábamos dormidos, con una pájara extraordinaria, sin ganas de enjuiciar las decisiones de nuestros representantes públicos y por lo general sin entrar en debate alguno, salvo en el de calificar quien era el político más caradura. Y ahora llega esto y nos desperezamos, dejamos de lado el desánimo global que nos ocupa y nos ponemos a porfiar sobre el asunto, convirtiendo de nuevo las barras de los bares en lo que nunca debieron dejar de ser: un foro para polemizar.
Y está entretenida la cosa, en esta resurrección de las dos Segovias. A un lado del cuadrilátero boxea la Diputación, con calzón azul y llevando la iniciativa; al otro, el Ayuntamiento, con indumentaria roja, sorprendido pero sin bajar la guardia. El público, expectante, vive con cierta pasión el combate e interactúa al manifestar sus preferencias. Poco a poco se decantan por el púgil de azul la patronal de empresarios, los hosteleros, los comerciantes, los transportistas. Y con el boxeador de rojo se alinean la asociación de constructores –no sin que cause asombro a los del otro bando– y espectadores anónimos que no ven claro el objetivo del contrario. Quedan los indecisos, que no quieren precipitarse en la elección y esperan acontecimientos.
Pero esto solo es el primer asalto y vendrán más, claro que vendrán más que harán digna la presencia del debate en la calle. Nos queda aún mucha pelea y cuando todo esto termine veremos quien ha ganado –salvo que se resuelva por K.O., algo que parece improbable–, quien ha conseguido convencer a más ciudadanos. Todo aderezado con el humor, que nunca falla en estos festivales, en estas ferias que como siempre cada uno la cuenta según le va en ella.
Y a todo esto ¿alguien se ha preguntado si era necesaria esta batalla? porque en su fragor se puede perder la capacidad de cuestionarse el por qué de la contienda, de este zipizape que nos ha removido de nuestro letargo. Creo que debemos empezar por si es conveniente construir un palacio de congresos, en el 2013, con unas condiciones económicas y sociales muy diferentes a las que alumbraron la idea y su posterior reivindicación al unísono por las dos Segovias hace ya unos cuantos años.
¿Y si ya no es un buen negocio? Ministros tiene la Santa Madre Iglesia de la política que habrán hecho sus números y se habrán informado de cómo les va a los demás que han tenido la suerte de contar con un centro de este tipo antes que nosotros y en los buenos tiempos. Preguntémonos pues y respondámonos sin artimañas, que es muy nuestro lo de hacernos trampa hasta en los solitarios.
Y en la contestación seguro que salen de nuevo las dos Segovias, una que diga que adelante con el asunto porque todo es bueno para el convento y otra que así no, ni ahí tampoco. Mas no teman, que no es obligatorio decantarse y siempre queda la opción de decir como el chiste infantil de las lentejas que se pegan: pues a mí como si se matan. El palacio, los congresos y la madre que los trajo a todos.