Somos ricos y no lo hemos sabido hasta ahora. Qué mala suerte y qué despiste. Es que nos fijamos poco en lo que nos ocurre y en lo que sucede a nuestro alrededor. Somos así de flamencos, algo dejados y un poco sobrados. Y en lo de somos me refiero a quienes habitamos esta humilde tierra segoviana y, más en concreto, su ciudad. Me refiero a un informe nacional de una consultoría publicado en estas páginas y que utilizan empresas y bancos para dirigirse a los españolitos, sospecho que para vendernos las bondades de sus marcas.
El estudio nos sitúa como el tercer municipio más acaudalado de Castilla y León y el decimoquinto de España. Vamos que medalla de bronce en la comunidad y la niña bonita entre las capitales del suelo patrio, dos buenos puestos y, ya les digo, nosotros sin saberlo y, si me apuran, sin intuirlo. Porque uno vive aquí, hace sus cosas aquí, se gasta sus eurillos aquí y ricos lo que se dice ricos no observa muchos; a veces, ni con candil, que dice mi suegro, un tipo muy castizo y con expresiones que merecen un compendio.
Nos superan en la región la localidad vallisoletana de Laguna de Duero, ubicada en el alfoz de la capital y con mucha gente joven y pocos pensionistas y Burgos, ciudad de empresas grandes y solventes. Y luego ya vamos nosotros con nuestro escaso tejido industrial y nuestra hostelería. La explicación a que seamos tan acaudalados en comparación con otros con esas condiciones económicas tan modestas parece ser que es la estabilidad laboral que proporcionan los empleados públicos y el flujo de población con la cercana Madrid, panacea de todo segoviano que se precie.
Y respecto al resto de compañeras de viaje en este conjunto de pícaros y quejicas que se llama España, nuestra ciudad, con unos ingresos medios familiares de 2.134 euros, está bien posicionada, por encima del promedio nacional que se coloca unos doscientos eurillos por debajo. No entramos en el ‘top ten’, no poseemos una posición insultante, pero somos envidia de muchas otras por tener unos dineros que además parecen permanentes porque lo de moverse aquí poco se mueve.
Y la satisfacción, el pecho aún más erguido, llega al saber que en la provincia también estamos de dulce gracias a la gestión de los ayuntamientos. Hasta 142 de los 208 municipios terminaron el año pasado sin deber a los bancos, algo que hasta hace muy poco se antojaba una quimera. Pues así ha sido: ahorro un poquito por aquí y optimizo un servicio por allá. Nada que no hagamos en casa, pero que parecían haber olvidado muchos al entregarles el bastón de mando. Una gorra de plato, capitanes generales y a gastar ha sido el concepto que ahora parece en muchos casos desterrado.
Solo queda el asunto de la capital que, como somos hacendados, debemos o veinte o cuarenta millones de euros, según la fuente que lo cuente. Se ve que nos empeñamos sin complejos, seguro que al adivinar que como somos tan ricos o hay tanto rico tenemos margen para eso y más. Mas no se aflijan, ni tan siquiera se preocupen que a escote nada es caro, que se dice en esta tierra castellana en la que somos punta de lanza del bienestar. Y de todas formas, si lo vemos mal y esto empieza a desmoronarse siempre nos quedará Madrid, aunque vaya usted a saber lo que deben esos pájaros.