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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

El lenguaje de Donald

El Pato Donald cumple 80 años. Ahí es nada y sigue igual, sin envejecer, aunque ya no posee tantos seguidores entre los niños, porque tiene una competencia feroz en este mundo tan audiovisual que les toca vivir a las nuevas generaciones. El mejor amigo de Micky Mouse y sobrino del genial Tío Gilito –a quien se le volteaban los ojos cuando oía hablar de dinero, como a alguno que conocemos todos– nació para comic en los periódicos y terminó con estrella en el paseo de la Fama de Hollywood. Una trayectoria, ya ven, ahora bastante improbable, pasar de la prensa escrita a las pantallas de cine.
Donald es pues ya octogenario y continúa sin cambiar su particular voz patuna, aturullada y singular. Porque hay cosas que permanecen pasen los años y los decenios y lo que quiera pasar en ellos. Como el el desamor por nuestra lengua y el maltrato a la gramática; como ese empeño absurdo en no hablar y escribir con corrección, que se mantiene de una forma a veces sibilina, a veces grosera.
Y en esto se lleva la palma la obsesión por feminizar los vocablos, como si esa acción ayudara a la igualdad entre sexos, que se defiende mejor en otros órdenes y no en el del lenguaje que suele terminar con una patada en todo el lomo del diccionario. En este mal uso de la lengua subyacen motivos ideológicos y hay algunos que no se bajan del burro o de la burra. Aunque se les explique mil veces, mil veces dirán que ha de defenderse el género aunque sufra nuestra más que centenaria lengua. Y cuando se les cuentan decenas de ejemplos para que vean que el lenguaje también es injusto con los hombres, tampoco les sirve. Que un dentista no es un dentisto y que no existen los sindicalistos, los taxistos, los electricistos, los policíos o los oculistos. Y todo con sumo cuidado para que no te tilden de machisto, ay perdón, machista.
Eso a Donald le parecería una patochada –¿o en su caso patochado?– o una injusticia con quienes han labrado la lengua a lo largo de los siglos sin pararse a pensar que iban a ofender a hombres o mujeres y que iban a ser políticamente incorrectos en este mundo de cursis para que quepan los dos géneros en una palabra.
Además del desatino con la lengua, otras cosas conviven con nosotros sin que nadie ni nada pueda variarlo. Como la tomadura de pelo y de ‘pela’ en este caso que es el trato a las familias numerosas. Ya les dije en alguna ocasión que procedo y ahora tengo esta situación de casa con muchos miembros –no quería hacer la broma pero no me resisto: son miembras–. Es hermoso sí, bonito, también; y divertido, aún más, pero complicado desde el punto de vista económico.
Se les llena la boca a las administraciones con los beneficios que conceden a quienes optan por repoblar esta alicaída tierra, que sufre una inmensa y constante sangría de población. Pues es mentira, no es que estén en un error que es más suave. No, mentira pura y dura. Aplican el nivel de renta para negarte la ayuda y has de estar en la indigencia para acceder a ella, aunque tengas churumbeles para regalar. El último caso: los campamentos de la Junta con precios prohibitivos y sin descuentos.
Donald no ha tenido hijos, pero sí tres sobrinos que este año pasarán el verano en casa, a no ser que se apiede el Tío Gilito, que lo dudo.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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