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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Se busca candidato frondoso

La cocina ahora son palabras mayores; lo que fue un oficio más e incluso poco valorado, se ha convertido en un arte con proliferación de artistas y de devotos seguidores, que tratan de imitar a los maestros. Los habilidosos de los pucheros han tomado tal fuerza en la escala social, que están en la alta jerarquía del reconocimiento.
Y a Segovia, tierra que vive para y de este asunto, todo este fuste de los cocineros le viene bien, bastante bien. Imagínense que nos dedicáramos a otras cosas, que tuviéramos industrias o turismo de sol y playa, entonces nos traería al pairo que estuvieran de moda los virtuosos de los fogones; diríamos que a mí qué narices me importa que un tipo deconstruya una tortilla o someta a todo tipo de torturas gastronómicas a un pollo o a un bacalao. Pero no es así y sí nos incumbe y mucho, porque de esa tendencia a apreciar la gastronomía, a encumbrarla a veces hasta el absurdo, nos beneficiamos aquí, con fines de semana gloriosos de mesa, mantel y de cientos de ávidos seguidores de los reyes de las cazuelas.
Pero como ocurre a menudo la exageración suele conducir al rídiculo, a hacer y decir excentricidades de las que un día nos arrepentiremos. Así sucede con algún cocinero estrella, que a veces da pasos en falso en su intento por ser el más original, por buscar la madre de todas las recetas. Suele pasar siempre en eso que se llama Madrid Fusión, la cumbre de las cumbres de la gastronomía del mundo mundial, el no va más de la profesión, lo nunca visto y oído en asuntos de fogones.
Es un cocinero reputado, con más estrellas que un pabellón lleno de oficiales del ejército. Serio, solemne y apoyado en su heredera, también cocinera, espetó sin pudor alguno a la cámara de televisión tras la pregunta de la reportera de turno que lo que se llevaba era la cocina frondosa. Así como lo leen, con un par y con su hija delante; sin ambages, sin rodeos, sin irse por las ramas aunque sean frondosas. Y dirán qué es eso: pues fácil, según la explicación de la joven que heredará los pucheros del renombrado padre y al que siguió en el uso de la palabra. Son las hierbas que cogían de los bosques y luego se zampaban nuestros antepasados, esos que iban con taparrabo, allá cuando Atapuerca era la city y en la que se celebraba Atapuerca Fusión o Atapuerca Frondosa, que aún continúa la investigación para determinar cómo llamaban el invento.
Ya ven por donde transita el arte culinario, por los frondosos bosques en los que habitaban los mamuts. Pero no pasa nada, que al cocinero y su cachorra nadie les reprochará lo dicho, porque quedan dispensados, con bula vitalicia por representar una profesión de moda, si me apuran sobrevalorada. Cosa diferente sería que tal afirmación de lo que comían nuestros ancestros o cualquier otra boutade la hubiera soltado alguien del trabajo que está en el otro extremo, del oficio denostado por excelencia: la política.
Eso hubieran sido palabras aún mayores que la cocina. Ya lo visualizo con qué fiereza se hubieran lanzado sobre el tipo o la tipa que además de quitarnos lo nuestro y de habernos arruinado la vida se permite el lujo de hacerse el gracioso. Nada, a los leones, a los mamuts en este caso. Frondoso, dice. Frondosa es la cuenta corriente que tendrá. Le daba yo frondoso, fuerte y en la cabeza, diríamos. Aún así veremos como los partidos se empeñarán en buscar y situar en las listas de mayo a candidatos frondosos, más espesos que la cocina de fusión.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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