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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Pasen y vean la memoria

Hay imágenes a las que tu memoria reserva un lugar preferente, un palco privilegiado por encima de las miles que jalonan la vida de cada uno. Te acuerdas de unas y descartas otras, en esa criba interesada que realizamos con el tiempo pasado. Embalsamamos a veces recuerdos absurdos, a veces lo trascendente. Y todo es legítimo porque forma parte de nuestra vida. Recordamos para tratar de volver a vivir lo bueno que nos marcó, los momentos amables y divertidos que nos hicieron ponerle freno a esta perra existencia, que diría un castizo. Y recordamos para tratar de que no regrese lo malo, aquello que nos agrió el carácter, que nos trazó con fuego una raya que no queremos volver a pasar.
Recuerdos que desde este anciano diario nos empeñamos en que afloren con una exposición que llamamos ‘Un año en imágenes’; así, ya ven, un nombre que no deja sitio para la duda y que a los cuatro vientos proclama que son fotografías que resumen un ejercicio, el anterior para ser exactos. Son ya diecisiete las ocasiones en las que nos hemos empecinado en refrescarles la memoria sobre lo acontecido en este guerrera tierra. Y lo hemos vuelto a hacer, con riesgo de ser unos pelmazos. Pero, como bien conocen, la naturaleza humana tiene estas cosas: si no quiere una taza, pues toma taza y media.
Y aquí estamos de nuevo con 70 instantáneas en la Casa de los Picos, esa curiosa vivienda que perteneció a un judío converso que impone su silueta junto a la canaleja, ese mirador que da nombre a esta sección. Un edificio que precisamente ha perdido esta semana una de las puntas que le da título, en un accidente de esos que cabrean. Cosas del destino y de estar al pie de la noticia.
Ese barullo es fuera, en la bulliciosa Calle Real, porque en el interior las fotos permanecen impasibles, con los sentimientos contenidos para que cada uno de los visitantes busque y, si puede, encuentre la imagen que más le identifique, que más le recuerde a ese año pasado lleno de acontecimientos públicos, pero, sobre todo, de acaeceres particulares, que lo de cada uno es lo más importante.
Te adentras en la Casa, que es escuela de creadores, y te recibe una instantánea de la Pantoja, con su aire de santa y mártir, desgarrada por el maldito parné y las modernidades del Código Penal, que ya no quiere a los robagallinas, sino que aspira a piezas de caza mayor. A su lado, Loquillo, Burning, Arturo Fernández, Sergio Dalma, tipos que por aquí vinieron para no quedarse. Y cerca, muy cerca, el recuerdo de los nuestros que ya no están, de Ángel Cristóbal y de Santiago Hidalgo, que dieron inteligencia y ternura a esta tierra tantas veces árida.
Y se suceden las imágenes, de horrores, pocas, y de fiestas, muchas. De políticos y deportistas; de reyes y obispos; de gentes y de piedras, de esas que tanto nos dan sin rechistar. Y de pueblos, que nos recuerdan de donde venimos.
Memoria que acredita que nuestro reino es de este mundo; que la fotografía convierte el instante en eterno. Y como la imagen del plato que vuela después de partir el cochinillo, con el Acueducto de testigo quieto, el año en Segovia se compendia en algo tan simple como fabuloso: que nunca pasa nada hasta que pasa. Pasen y vean en la Casa de los Picos.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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