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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

A las calculadoras

Nunca he asistido a una reunión de un comité ejecutivo de un partido político. Nunca lo he hecho e imagino que no lo conseguiré. No obstante, lo de nunca puede convertirse en nunca se sabe, que todo da muchas vueltas y te puedes ver envuelto, sin comerlo ni beberlo, en los brazos de una de estas organizaciones, antes respetadas, ahora denostadas.
Me viene a la cabeza esta carencia en mi trayectoria vital al observar la intensificación de las reuniones de estos órganos de las formaciones. Que si comité de dirección, que si comité de campaña, que si este coordina, que si el otro pone palos en las ruedas. Poco o nada nos importa quienes sean y cómo se llamen, que al buen político apenas se le distingue por el empeño que tiene la mayoría de ellos de seguir un arquetipo. Parecen todos iguales, para entendernos.
Hagan lo que hagan creo que les falta algo fundamental en esas reuniones tan numerosas como aparentemente baldías. Y es algo simple. No es tablet último modelo. No, es, de verdad, más sencillo, más de andar por casa ya desde hace generaciones. Es atención: la calculadora. Con papel, bolígrafo y este aparatito que ya es vintage se puede llegar más lejos que con todas las reflexiones y análisis concienzudos que alcancen a imaginar.
Y se lo digo porque se acercan las elecciones y aquí nadie echa mano de estas pequeñas computadoras que tanto nos hubieran alegrado la vida si los profesores, curas o seglares, hubiesen permitido su uso en los exámenes de matemáticas. No hubo manera y así se nos atragantaban. Pues en los partidos políticos ocurre igual. Deben pensar que las carga el diablo, que son instrumentos del mal, endemoniados, porque no tiene explicación alguna esta alergia generalizada a su utilización en las famosas reuniones.
Miren un ejemplo de nuestra Segovia y de la futura composición de su ayuntamiento. Si las candidaturas son de 25 personas y eso lo multiplicamos por ascendientes, descendientes, parientes hasta segundo grado de consanguinidad –que parece suficiente parentesco para que te voten– y amigos a los que no debas nada nos da un resultado esperanzador para cualquier lista que se presente:  1.500 sufragios. Es tan fácil como multiplicar los 25 tipos o tipas de la candidatura por unos 60 seguidores cada uno, ya sea por devoción u obligación, que todo vale.
Ahí tienen la cifra mágica, los 1.500 votos, el 5% de los electores, el dato que da paso a la gloria de sentarse en el pleno municipal. Ya ven, con una simple operación de una antigualla de calculadora se ve usted aposentado en nuestro hemiciclo local. Y así en los otros 208 municipios de la provincia. Hagan el cálculo para su pueblo: multipliquen número de componentes de la lista por allegados que puedan votar a cada uno. No falla; es mucho más certero que cualquier sistema de informes de expertos en marketing y demás ciencias de nuestro tiempo.
Pero como siempre convivimos con la imperfección y después de abrir las urnas seguro que no nos salen las cuentas. Empezamos a pensar, a descartar a suegras, cuñados mal encarados, primos envidiosos y hasta a tu pareja, a la que cabreaste ese día. Al final, se rompe el cántaro y nuestro gozo en un pozo. Y el 25-M amanecemos como segovianitos de a pie maldiciendo la calculadora.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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