Los santos cristos me valgan, he quedado con dos hombres a la vez y en el mismo sitio. Mi abuela aseguraba que la frase era de una mujer que conoció y que no tenía otra forma más discreta de describir sus problemas amorosos. Con un par, quedaba, y con un par, lo contaba. Y así le fue, porque creo que los dos perlas le pusieron un ojo morado, compadrearon y después se fueron a tomar unos vinos. Con lo guasona que era mi abuela, a saber que había de cierto. Pero, real o leyenda, lo asumo como parte del acervo familiar.
La historia, de dudosa veracidad, sobre todo por el desenlace, tiene en Segovia alguien a quien le encaja como anillo al dedo: Javier Giráldez. El concejal y portavoz socialista en el Ayuntamiento, que ha sido protagonista del último episodio de descomposición del grupo municipal del PSOE, es un curioso ejemplo de nadador entre dos aguas, de artista del alambre del que se cayó hacia un lado hace ya cuatro años. Los santos cristos tuvieron en su día que ayudarle porque había concertado una cita con dos a la vez, populares y socialistas, y en el mismo lugar, el Consistorio.
El asunto no llegó a la violencia, como en el caso de la señorita de la anécdota, al menos en ese momento. El PP no tuvo celos y se retiró del cortejo a quien es un eterno mirlo blanco. Y el PSOE, tan contento con su conquista o, al menos, de cara a la galería, que esto de la política es un arte del disimulo. Sin embargo, pasado el tiempo y como en las parejas, la convivencia se ha demostrado dura y muy distinta a la fase de coqueteo. Y ahora han roto las peras, sin que los dos competidores se hayan ido juntos después de partir la cara a quien tuvo la osadía de citarse con ambos al tiempo.
Cuenta Giráldez de sus devaneos que se hizo un hombre de Pedro Arahuetes, que le convenció en dos reuniones en Madrid, lugar en el que quedaron hace ya cuatro años para diseñar cómo oficializar su amor hasta entonces furtivo. Y asegura que descartó al PP porque son una gente estupenda, pero no siente amor por ellos. Así, sin acritud.
Tomada la decisión y tras una feliz relación, los santos cristos dejaron de ampararle con el PSOE desde que su valedor abandonó el barco la primavera pasada. Ahí le rompieron el corazón y las aspiraciones al nombrar alcaldesa a Clara Luquero y no respetar así la promesa dada durante el noviazgo. Dice que planteó marcharse con su Pedro del alma y en previsión de la falta de cariño que se le venía encima.
Llegó el verano, que todo lo ralentiza y todo lo vuelve más llevadero y Javier continuaba con la cabeza en ebullición. Y tras un otoño tranquilo, en su ocaso y a las puertas de Navidad entró en escena otro Javier, en este caso Arranz, que dinamitó el grupo socialista con su salida. Y otra vez Giráldez en medio de la refriega y sin suerte. Así no había manera de irse.
Pero al final de toda relación se sale y él parece haberlo logrado. Y ahora a tratar de cumplir lo que siempre ha querido y le negaron sus dos amores, con los que se citó al tiempo: llevar el bastón de mando de la ciudad. «Estoy muy bien para alcalde», me confesó bromista hace unos días.
Él, tan divertido siempre aunque menos estos años de concejal, se ve así. Quiere tener la posibilidad de volver a jugar. Y, tan liberal, sabe que ante su sagrada voluntad, no hay santos cristos que valgan.