Ya está aquí, coged piedras, bromea siempre mi padre cuando hay una celebración familiar. Piedras y palos, añade si en el acontecimiento también está prevista la presencia de la familia política. Y precisamente política es la que se nos viene encima, mucha en cantidad y escasa en ternura y familiaridad.
Pues ya ha llegado y, por fortuna, con fecha de caducidad. Es lo bueno de las campañas electorales, que no pueden prorrogarse. Su destino está escrito en esta oportunidad también, aunque nos empeñemos en contar en los medios de comunicación que es la más interesante jamás vivida, la más reñida y hasta la más heroica dada la condición de sospechosos que se atribuye a todos los políticos por el mero hecho de serlo. Sin embargo, por muy interesante que sea, se acabará, como todas, y las aguas volverán a su cauce hasta la siguiente que será apenas unos meses después, en el melancólico otoño.
Mientras, disfrutemos de esta, de la madre de todas las campañas, de la que parece que es el paso previo para sacudir los cimientos de una política regional y local que tantos años de aburrimiento nos ha deparado. Para hacerlo, para gozar con esta inigualable campaña electoral, un grupo de amigos ha tenido la idea de anotar estos días todas las propuestas absurdas e irrealizables que propongan los partidos en la ciudad. Y quiero anticiparme a ellos y ofrecerles algunas perlas.
Las once candidaturas –esa plusmarca de gente que quiere dedicarse a la cosa pública lo cual me llena de emoción– se han estrujado las neuronas para deleitarnos con algunas cosas que se cae el cielo. No diré quienes proponen los disparates, que eso lo dejo para que hagan ustedes periodismo de investigación, pero sí lo que cuentan que harán si llegan al poder.
La primera en despropósito es la que plantea la supresión de la policía municipal. La idea se aderaza con la eliminación también de la zona azul de aparcamiento, que no la verde, que es lo mismo pero no es igual. Pobres guindillas y pobres los empleados de la ORA, que tanto han hecho por la humanidad. La propuesta está relacionada con otra, aunque la haga distinto partido y es la que recomienda que todo segoviano aprenda inglés para tratar a los turistas como se merecen. De esta forma cada uno sería un agente local y nos ahorramos una pasta. No es tan descabellado si se tiene en cuenta que en Amsterdam les enseñan a nadar desde bebés por si alguna vez se caen a un canal. Es por su bien, como aquí lo sería saber inglés.
Los planteamientos tienen aún más gracia si se les da un nombre adecuado. Así, unos proponen colgar de Segovia la marca de ciudad amable y otros de ciudad cardioprotegida. Entre el inglés, la amabilidad y el corazón ciudado esto será un mundo feliz, la Arcadia del XXI.
Pero que quieren que les diga: a mí me siguen dando mucha pereza las campañas electorales, aunque estén trufadas de tantas y tan insignes propuestas.